
En los últimos meses, muchas familias de la Comunidad Valenciana se han visto obligadas a abandonar sus hogares. La causa no han sido solo los daños materiales causados por la potente dana Alice, sino también las graves secuelas psicológicas, que persisten incluso mucho tiempo después.
Miguel Asensi Bou, que ha vivido toda su vida en Alfafar, ya no puede quedarse en su ciudad natal. Cada vez que comienza la temporada de lluvias, su estado de ánimo empeora notablemente. Prefiere pasar el tiempo en Ciudad Real, donde vive su hijo y donde puede salir tranquilamente a pasear con sus nietos, sin miedo a que se repita otra catástrofe. Historias como la suya se repiten cada vez con más frecuencia entre los vecinos de las zonas afectadas.
Según los datos de los servicios regionales de salud, en el último año se ha duplicado el número de casos de estrés agudo y postraumático en las zonas afectadas por el temporal. Muchas personas que vivieron la riada no consiguen superar la ansiedad ni las pesadillas nocturnas. Algunas, como Rosalba Yonda, se han visto obligadas a dejar su casa en el campo y mudarse a una gran ciudad en un intento de empezar de nuevo y apartar los recuerdos de la tragedia.
En Alfafar, las labores de reconstrucción continúan. Calles y viviendas todavía muestran las huellas del reciente desastre. Para muchas familias, volver a la vida de antes ha resultado imposible. Borja Chirivella, que perdió su casa durante la riada, decidió mudarse con sus hijos a El Perelló, buscando protegerlos del sentimiento constante de angustia y tristeza que reina en su pueblo de origen.
Niños y amenazas climáticas
Preocupan especialmente las consecuencias para los niños. Según estimaciones de organismos internacionales, casi todos los menores de la región se enfrentan al menos una vez al año a fenómenos meteorológicos extremos. Esto convierte a la Comunidad Valenciana en una de las zonas más vulnerables de España. Los traumas psicológicos sufridos en la infancia pueden acompañarlos durante muchos años.
Los expertos señalan que los síntomas del trastorno postraumático a menudo aparecen varios meses después del suceso. En las zonas más afectadas, se observa un claro aumento de estos casos. La gente intenta encontrar tranquilidad lejos de aquellos lugares donde antes se sentían seguros.
El problema supera los límites regionales
El desplazamiento forzoso debido a inundaciones es una preocupación creciente, no solo en España, sino a nivel global. Según expertos, para finales de 2024, aproximadamente 3,5 millones de personas en el mundo se habrían visto obligadas a abandonar sus hogares debido a este tipo de catástrofes. En Valencia, las consecuencias del episodio Alice han sido un recordatorio más de cuán frágil puede ser la vida cotidiana ante las amenazas naturales.
Mientras unos luchan por reconstruir sus ciudades, otros buscan un nuevo hogar y esperanza en un futuro tranquilo. Pero para muchos, regresar a la vida anterior ya no es posible: los recuerdos y el temor a que la tragedia se repita son demasiado fuertes.





