Cuando la costa de Valencia se vuelve más tranquila y las playas de Malvarrosa y El Saler se vacían, el interior de la región comienza a seguir su propio ritmo. Entre colinas y valles, aquí se esconden lugares que en otoño se transforman de manera especial. En esta época del año, parecen invitarte a olvidar la brisa marina y lanzarte a descubrir nuevas experiencias.
Bocairent: un laberinto de piedra en plena montaña
En pleno corazón de la Sierra de Mariola se encuentra Bocairent, un pueblo esculpido en la roca. Sus casas, dispuestas como escalones, ascienden por la ladera, y las estrechas calles conducen hasta la cima, donde se abre una vista sobre el valle. El otoño aquí se vive con especial calidez: el aire se impregna de olor a leña y las laderas se tiñen de tonos dorados y cobrizos. Pasear por los barrios medievales es un auténtico viaje en el tiempo, mientras que las misteriosas cuevas de las Covetes dels Moros añaden un toque de aventura. Por las noches refresca, lo que acentúa aún más la sensación de refugio y tranquilidad.
Chelva: un cruce de culturas y rutas naturales
Chelva no es solo un pueblo, sino un auténtico museo al aire libre. Aquí, a cada paso, se encuentran huellas de distintas épocas: los barrios árabe, judío, cristiano y mudéjar forman un caleidoscopio único de arquitectura y tradiciones. En otoño, Chelva parece detenerse, invitando a los visitantes a disfrutar de paseos tranquilos por sus calles antiguas. El mayor placer es recorrer la famosa Ruta del Agua, donde el murmullo de los arroyos y la frescura de las fuentes crean una sensación de paz absoluta. Al atardecer, el aroma de las chimeneas encendidas flota en el aire y las plazas se impregnan de serenidad.
Ademuz: soledad y huertos de manzanos
En el rincón más apartado de la región, en Rincón de Ademuz, se esconde el pueblo homónimo. Parece flotar sobre el valle, con sus casas en terrazas vigilando las laderas pintorescas. El otoño aquí es especialmente bello: los bosques y jardines se tiñen de tonos rojizos y ámbar, mientras las plantaciones de manzanos alegran la vista y el apetito. En Ademuz se conservan calles empedradas, un antiguo castillo y la cocina tradicional, donde en los días fríos destaca el contundente “empedrao”: un plato abundante de arroz, alubias y morcilla. Los amantes de la naturaleza pueden seguir las rutas junto al río Bohílgues o explorar los parques cercanos, donde reinan la calma y la armonía.
Estos tres pueblos son la excusa perfecta para descubrir otra Valencia, donde no hay prisas y cada día está lleno de pequeños placeres. El otoño aquí es momento de paseos tranquilos, nuevos sabores y un descanso auténtico lejos de las rutas habituales.
