En pleno corazón de Castilla y León, donde los paisajes otoñales se tiñen de una melancolía especial, se esconde un lugar capaz de transportar al viajero varios siglos atrás. No lejos de la frontera portuguesa, sobre una alta colina, se alza una imponente silueta fortificada rodeada de muros centenarios. Aquí, entre calles empedradas y palacios renacentistas, el tiempo parece haberse detenido, conservando para las generaciones futuras una atmósfera única de la Edad Media. Se trata de Ciudad Rodrigo, ubicada en la provincia de Salamanca, un verdadero tesoro para los amantes de la historia, la cultura y la autenticidad intacta.
Reconocida oficialmente como Conjunto Histórico-Artístico desde 1944, Ciudad Rodrigo se extiende con orgullo sobre un promontorio a orillas del río Águeda. Su mayor joya es, sin duda, la muralla. Las primeras fortificaciones se levantaron en el siglo XII, y en el siglo XVIII fueron profundamente reconstruidas y reforzadas. Hoy en día, los dos kilómetros de murallas rodean por completo el casco antiguo, al que se accede por una de sus siete puertas, entre las que destacan la Puerta del Sol, Santiago y La Colada. Al cruzar esta última, el viajero se encuentra a los pies del majestuoso castillo de Enrique II de Trastámara. Actualmente, sus muros albergan un lujoso hotel parador, y desde la torre principal, conocida como Torre del Homenaje, se disfruta de una espectacular panorámica sobre el valle del río y los alrededores.
El casco histórico impresiona por la concentración de emblemáticos edificios religiosos y civiles, cada uno de los cuales narra un capítulo de la historia centenaria de la ciudad. El centro neurálgico es la Catedral de Santa María, cuya construcción se inició en 1165 y no se culminó hasta el siglo XVI. Este prolongado proceso le otorgó al templo una combinación única de elementos románicos y góticos. Destacan especialmente la Puerta de las Cadenas y la magnífica Capilla Mayor. En el interior, se conserva otro tesoro: el coro tallado por el maestro Rodrigo Alemán en 1498. La catedral alberga además el Museo Diocesano, que reúne valiosos ejemplos de arte sacro. Pasear por la ciudad inevitablemente conduce hasta lujosos palacios como el Palacio de los Águila, el Palacio del Primer Marqués de Cerralbo o el Palacio de los Castro, cuyos fachadas entrelazan armoniosamente rasgos del Renacimiento y el Barroco, creando un conjunto arquitectónico irrepetible.
Pasear por las estrechas calles y plazas de Ciudad Rodrigo es adentrarse en una historia viva, donde cada piedra parece guardar su propio secreto. El corazón de la vida social es la Plaza Mayor, la principal del municipio, donde se concentran los edificios más emblemáticos. Aquí se encuentra el ayuntamiento renacentista y varias casonas antiguas adornadas con escudos familiares. Sin embargo, la experiencia no estaría completa sin degustar su auténtica cocina, tan característica como su legado. Es imprescindible probar el farinato (un embutido picante de cerdo, pan y pimentón), la chanfaina (un guiso contundente de casquería) y el hornazo, un clásico pastel salado relleno de carne y huevo. Y si la visita coincide con febrero, se puede presenciar el famoso Carnaval del Toro, que transforma las calles históricas en el escenario de una fiesta vibrante y bulliciosa, reafirmando una vez más a Ciudad Rodrigo como uno de los destinos más auténticos y atractivos de toda España.
