
En la vida política de España se desata una nueva fase del escándalo en torno a José Luis Ábalos. El exministro, quien anteriormente ocupó el cargo de secretario de Organización en el PSOE, ha decidido replantear por completo su estrategia de defensa en el mediático caso Koldo. Ante los inminentes interrogatorios en el Tribunal Supremo, Ábalos busca activamente un nuevo abogado, aunque todavía no ha tomado una decisión definitiva sobre el cambio de letrado.
Actualmente, el exministro mantiene su escaño en el Congreso, a pesar de que fue expulsado de las filas socialistas hace casi dos años. No tiene intención de renunciar a su puesto de diputado, pues considera que ello le brinda mayores posibilidades de defensa. Ábalos insiste en que no contempla llegar a ningún acuerdo con la fiscalía, ya que se declara inocente y no ve motivos para autoinculparse.
Por el momento, no está claro quién defenderá sus intereses en las próximas audiencias ante el juez del Tribunal Supremo, Leopoldo Puente. Ábalos sopesa cuidadosamente este paso, consciente de que están en juego tanto su carrera política como su reputación. El foco está puesto en un informe elaborado por la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil, que, según el político, se asemeja más a ruido informativo que a una prueba real.
El motivo del cambio de abogado fue la insatisfacción con la estrategia de defensa actual. Ábalos no está de acuerdo con la forma en que sus abogados respondieron a la presión surgida tras la publicación del informe de la UCO sobre Santos Cerdán, así como con los intentos de persuadirlo para que llegara a un acuerdo con la fiscalía. Considera que en su contra se presentan distorsiones y conjeturas destinadas a presentarlo como culpable.
El juez Puente, por su parte, aprecia en los documentos de la UCO indicios de posibles irregularidades: se trata de operaciones financieras poco transparentes y de ingresos sospechosos en las cuentas de Ábalos y de su exasesor. La investigación sospecha que estos fondos podrían estar relacionados con manipulaciones en la adjudicación de contratos públicos.
El propio Ábalos rechaza categóricamente todas las acusaciones. No entiende por qué debe admitir culpa, como hizo el empresario Víctor de Aldama, considerado el enlace de la trama de corrupción. A pesar de que el informe de la UCO señala casi 95 mil euros de discrepancias en sus finanzas, el exministro afirma que el origen de ese dinero es transparente y que podrá demostrarlo ante el tribunal.
Cabe destacar que ni en el informe de la UCO ni en las decisiones judiciales se menciona financiación ilegal del PSOE ni pagos en ‘sobres’, como insisten los opositores del Partido Popular. Los socialistas, por su parte, aseguran que todos los gastos en efectivo fueron autorizados por el Tribunal de Cuentas y no infringen la ley.
Ábalos no tiene intención de ceder terreno. Considera que renunciar al escaño solo debilitaría su defensa, ya que el estatus de parlamentario le permite permanecer bajo la jurisdicción del Tribunal Supremo. Según él, todo lo que está sucediendo responde a una jugada política y está dispuesto a pasar a la ofensiva.
Dentro del equipo de defensa hay desacuerdos sobre si conviene renunciar al escaño y trasladar el caso a la Audiencia Nacional, lo que podría alargar el proceso. Ábalos está convencido de que, tras la publicación del informe de la Guardia Civil, el interés por el caso irá disminuyendo, y considera que dicho informe es parcial e incorrecto.
El exministro está convencido de que la cantidad final de ingresos injustificados será mucho menor de lo que se indica en el informe. No ve motivos para su detención tras las nuevas declaraciones, ya que no infringe las restricciones, no está en paradero desconocido y no puede destruir pruebas; además, los cargos previos ya no tienen relevancia.





