
En sus memorias que han causado gran revuelo, Isabel Preysler narra con franqueza la historia de los cuatro hombres más importantes de su vida, aunque no fue el cantante Julio Iglesias ni el Nobel Mario Vargas Llosa quienes ocuparon el lugar más especial en su corazón. Según confiesa, fue el exministro socialista Miguel Boyer quien dejó la huella más profunda en su alma. Su unión, formalizada discretamente en el Registro Civil de Madrid, duró más de veinte años, hasta la muerte del político en 2014, y fruto de ese amor nació su hija Ana.
Por primera vez, la socialité habla sin rodeos sobre el delicado tema de su infidelidad al marqués de Griñón, Carlos Falcó. Su matrimonio, que duró cinco años y del que nació su hija Tamara Falcó, se rompió por la pasión repentina que surgió hacia Boyer. Preysler relata la difícil conversación con su entonces marido, después de la cual sus mundos se rompieron en mil pedazos. Rememora con nostalgia los momentos mágicos del inicio de ese romance secreto, cuando, pese a todos los obstáculos, sus sentimientos eran poderosos y hermosos. Uno de los episodios más románticos fue su viaje a París, donde por primera vez se atrevieron a caminar tomados de la mano por la calle, como una pareja enamorada más, sin miedo a ser reconocidos.
Sin embargo, mientras Boyer rompió de manera tajante con su esposa Elena Arnedo, Isabel no pudo dar ese paso durante mucho tiempo. Ella explica su indecisión por el profundo apego que sentía hacia Carlos y por no querer herir a su pequeña hija Tamara ni al resto de sus hijos con un escándalo mediático que habría sido inevitable. Era consciente de que una decisión así desataría una auténtica tormenta en la opinión pública.
Parecía que después de la boda nada podía empañar su felicidad. Sin embargo, como confesó Preysler en su libro, la vida en común no fue un camino de rosas. El principal problema, que estuvo a punto de provocar la ruptura, fue los celos patológicos de Boyer. Estaba obsesionado con la idea de que todos a su alrededor se enamoraban de su esposa. Aunque en la intimidad podían pasar días en plena armonía, cualquier actividad social se convertía en una prueba. Con los años, los celos solo se intensificaron, hasta el punto de que Isabel le suplicó a su marido que acudiera a un psiquiatra en busca de ayuda.
Cuando la relación llegó a un punto crítico y el divorcio parecía inevitable, una tragedia familiar en 2011 lo cambió todo. A la hermana de Isabel, Beatriz, le diagnosticaron cáncer de pulmón. Durante esos meses tan duros, Miguel Boyer se mostró como un esposo increíblemente entregado y atento. Estuvo al lado de su cuñada hasta el final, arropándola con su cariño y apoyo. Su actitud durante aquella etapa sombría hizo que Isabel olvidara todos los agravios. Comprendió que los celos y las discusiones no tenían importancia frente a su lealtad. Después de veintitrés años de matrimonio, volvió a convencerse de que él era el hombre de su vida.






