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Cómo identificar a un egoísta: cinco rasgos principales según un reconocido psicólogo

El psicólogo Mark Rodriguez: 5 señales de egoísmo que destruyen tu vida

A menudo nos encontramos con comportamientos egoístas, pero no siempre sabemos identificarlos. Un experto explica los principales indicadores de este tipo de personalidad. Descubra a qué debe prestar especial atención.

Seguramente todos hemos conocido a personas que creen que el universo gira únicamente en torno a ellas. Sus deseos son siempre prioritarios, su tiempo es lo más valioso y su opinión es la única válida. Este comportamiento, que los psicólogos definen como egoísmo, no es solo un rasgo de carácter desagradable, sino un patrón de conducta persistente. Puede destruir relaciones, generar conflictos y, en última instancia, llevar a la aislamiento social, incluso si la persona en cuestión no lo percibe.

Es fundamental no confundir el egocentrismo con el autocuidado saludable. Saber establecer límites, decir «no» y prestar atención a las propias necesidades es la base de la salud mental. La diferencia está en las consecuencias para los demás. El cuidado personal no implica perjudicar los intereses ajenos. El egoísmo, en cambio, es moverse siempre en la propia dirección, convencido de que los demás deben ceder el paso, aunque eso les cause serias molestias. Es un juego de suma cero, donde la ganancia de uno significa necesariamente la pérdida de otro.

Los expertos en inteligencia emocional identifican varias características que, a modo de indicadores, señalan a una persona egocéntrica. En primer lugar, destaca una evidente falta de empatía, es decir, la incapacidad o falta de voluntad para ponerse sinceramente en el lugar del otro y sentir sus emociones. En cualquier conversación, estas personas tienden, casi de forma inconsciente, a girar el diálogo hacia sí mismas, sus logros y problemas, mostrando poco interés por su interlocutor. Les caracteriza una marcada necesidad de controlar todo: desde la elección del lugar de encuentro hasta el desarrollo general de la conversación. El más mínimo desvío de su guion provoca una fuerte indignación o una ofensa demostrativa, ya que tienen un umbral de tolerancia muy bajo a la frustración. Por último, son maestros en justificarse, siempre encuentran razones convincentes para su comportamiento, a menudo presentándolo como una “honestidad excepcional” o un “enfoque racional”.

¿De dónde surge este patrón de comportamiento? La psicología sostiene que es una mezcla compleja de características temperamentales innatas y normas adquiridas durante la educación. Si a un niño se le enseña desde pequeño que sus deseos son ley, o crece en un entorno donde gana quien más exige y más insiste, estos patrones se fijan y se trasladan a la vida adulta. La sociedad actual, con su culto al individualismo y su intensa competencia, también puede fomentar manifestaciones egoístas, presentándolas como clave del éxito.

Lo más curioso es que una persona puede no ser consciente en absoluto de su propio egoísmo, creyendo sinceramente que su comportamiento es la norma. Puede justificarlo como “eficiencia”, “franqueza” o “la capacidad de conseguir lo que quiere”. Para entender si ha llegado el momento de cambiar algo, basta con hacerse algunas preguntas honestas. ¿Con qué frecuencia me intereso por los asuntos de los demás y no solo espero mi turno para hablar? ¿Es proporcional la cantidad de peticiones de ayuda que hago con los gestos que devuelvo? ¿Sé admitir que me equivoco y pedir disculpas, en lugar de buscar culpables? Reconocer el problema ya es la mitad del camino hacia su solución. Los especialistas coinciden en que los patrones de conducta egoístas pueden corregirse trabajando deliberadamente en el desarrollo de la empatía y las habilidades de diálogo constructivo.

Cabe señalar, en honor a la verdad, que en determinadas situaciones centrarse en los propios intereses es vital. Recuerde la instrucción en los aviones: primero póngase usted la mascarilla de oxígeno y luego al niño. Eso no es egoísmo, sino una estrategia razonable de supervivencia. Sin embargo, cuando este enfoque deja de ser una medida temporal y se convierte en un estilo de vida, conduce inevitablemente a la destrucción de las relaciones, la soledad y el vacío interior. Al final, quien piensa solo en sí mismo corre el riesgo de quedarse completamente solo en un mundo construido exclusivamente para él.

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