La idea de que las parejas enamoradas deben estar juntas las 24 horas del día, especialmente durante las esperadas vacaciones, está quedando poco a poco en el pasado. En la España actual, cada vez más parejas concluyen que pasar las vacaciones por separado no es necesariamente un preludio de ruptura, sino una bocanada de aire fresco para la relación. Tomemos como ejemplo a Marcos y Sara, de Madrid. Tras siete años juntos, por primera vez se atrevieron con este experimento: él se fue a explorar las Islas Azores y ella pasó unos días con amigas en la pintoresca Asturias. Su decisión desconcertó a las generaciones mayores, acostumbradas a otros valores, pero para los jóvenes fue una forma de evitar la conocida estadística de rupturas posvacacionales y de renovar su relación.
Esta tendencia refleja un cambio profundo en el concepto mismo de pareja. Los psicólogos señalan que el modelo de dependencia total está dando paso a la interdependencia. En este tipo de relación hay espacio tanto para el “nosotros” compartido como para el “yo” individual de cada uno. El vínculo se entiende como un sistema compuesto por dos personas independientes, cada una con sus propios intereses, amistades y la necesidad ocasional de disfrutar de tiempo a solas. Por eso, querer pasar un tiempo separados no es necesariamente señal de problemas, sino más bien de madurez en una relación donde ambos respetan los límites personales del otro. La clave está en encontrar el equilibrio entre los proyectos en común y los deseos individuales.
Por supuesto, los motivos para tomar esta decisión son fundamentales. Es importante responderse honestamente a varias preguntas. ¿Quiero irme solo porque estoy cansado de mi pareja y no soporto su presencia? ¿O simplemente necesito tiempo para mí mismo, para ver a mis amigos, para dedicarme a mi afición favorita? ¿Quizás solo estoy devolviendo la acción después de su viaje? Si la decisión se debe al deseo de escapar de los conflictos o es una respuesta pasivo-agresiva, este viaje solo aumentará la distancia. Pero si ambos la han tomado conscientemente y de manera libre, demuestra un equilibrio saludable en la pareja. Es una señal de que las personas confían entre sí y no temen darse libertad.
La base de este paso, como en muchos aspectos de las relaciones, es el diálogo abierto. Proponer unas vacaciones por separado requiere delicadeza y saber escuchar. Los especialistas en relaciones de pareja destacan la importancia de la empatía. No solo hay que expresar el propio deseo, sino también entender qué sentimientos puede provocar en la otra persona, estar dispuesto a dialogar y buscar compromisos. Es fundamental hablar sobre lo que la pareja necesita como un todo y lo que necesita cada uno por separado. Si tras esta conversación ambos están de acuerdo en que una separación temporal será beneficiosa, así será. Pero si uno de los dos cede ante la presión, esto puede causar resentimientos y distanciamiento emocional.
Para quienes consideran este formato por primera vez pero sienten miedo o culpa, es recomendable analizar la calidad de su relación. Los expertos aconsejan, en primer lugar, evaluar hasta qué punto se respeta la individualidad de cada uno en la pareja. Si esto resulta problemático, el sentimiento de culpa podría ser una señal de cuestiones más profundas que requieren atención. Si la decisión ya está tomada, es conveniente acordar de antemano un “plan de reencuentro” y cómo se mantendrá el contacto durante la separación. Esto ayudará a preservar el sentido de cercanía y hará que el reencuentro tras las vacaciones sea aún más alegre y esperado.
