
En los últimos años, la sociedad española muestra una clara inclinación hacia un estilo de vida más consciente y autosuficiente. Cada vez más habitantes urbanos buscan recrear un rincón de idilio rural en sus propiedades, y una de las expresiones más notables de esta tendencia es la crianza doméstica de aves. Tener algunas gallinas ya no es una excentricidad, sino una forma real y accesible de proporcionar a la familia productos frescos y sumarse al consumo ecológico. Impulsados por este interés, han surgido en el mercado soluciones listas para usar que facilitan el cuidado de las aves incluso para principiantes.
Una atención especial ha despertado el gallinero modular llamado GALLUS, diseñado para alojar cómodamente hasta ocho gallinas ponedoras. Esta estructura, fabricada en madera maciza de pino, rápidamente ganó el favor de los españoles gracias a la acertada combinación de funcionalidad y estética. Sus dimensiones —algo más de dos metros de ancho, casi metro y medio de fondo y 1,7 metros de alto— ofrecen un espacio suficiente para que las aves se muevan libremente, lo que repercute directamente en su salud y productividad. Su diseño rural clásico se integra armoniosamente en cualquier jardín o patio, aportando un toque acogedor.
Los desarrolladores del modelo GALLUS pensaron en cada detalle para facilitar al máximo el cuidado diario. En el interior cuenta con una acogedora zona de descanso y nidos separados donde las gallinas pueden poner huevos en un ambiente tranquilo. Uno de los elementos más valorados por los dueños es la bandeja extraíble para recoger el estiércol. Este detalle convierte la limpieza rutinaria, normalmente poco agradable, en una tarea rápida e higiénica. Además, las numerosas ventanas y aberturas de ventilación garantizan un flujo constante de aire fresco y una buena visibilidad, lo que permite vigilar el estado de las aves.
El precio de este gallinero ronda los 350 euros, lo que lo convierte en una inversión bastante asequible para quienes buscan un estilo de vida saludable. La popularidad de estas estructuras no se debe solo al deseo de desayunar huevos frescos “recién puestos”. Para muchos, también es una oportunidad para reciclar residuos orgánicos de la cocina, enseñar a los niños responsabilidad y cuidado por los animales, y aportar su pequeño grano de arena al desarrollo sostenible. La facilidad de montaje y el diseño bien pensado eliminan barreras para quienes siempre han soñado con tener su propio mini-huerto, pero temían complicaciones.




