
En la frontera entre las provincias de Cuenca y Albacete, a la sombra de antiguos árboles junto al río Júcar, se alza un palacio olvidado por la mayoría, que alguna vez fue símbolo de lujo y calidez familiar. Este edificio, construido a principios del siglo pasado en un estilo que recuerda a Versalles, perteneció durante mucho tiempo al industrial Enrique Gonsálvez y su numerosa familia. Tras su muerte en 1964, los herederos no mostraron prisa en invertir en el mantenimiento de la enorme mansión, y poco a poco cayó en el abandono.
En los años 90 el palacio obtuvo la categoría de bien de interés cultural, lo que en principio parecía que lo salvaría de la ruina. Sin embargo, en la práctica esto solo complicó la situación: la restauración exigía grandes inversiones y numerosos permisos, y los propietarios optaron por deshacerse de un inmueble tan oneroso. Desde entonces, el edificio ha pasado de mano en mano, pero nadie se atrevió a emprender una reforma de tal magnitud. Tras décadas de abandono, el palacio se convirtió en un blanco fácil para los saqueadores, que se llevaron todo lo que tenía algún valor. Ni las autoridades locales ni los propietarios velaron siquiera por la protección mínima del recinto.
En marzo de este año, el palacio recibió una nueva oportunidad: una pareja suiza, Ludovic y Julia, lo adquirió con ambiciosos planes. Su objetivo era transformar el antiguo edificio en un hotel y convertir el parque adyacente en un espacio para eventos. Se sumaron a la iniciativa entusiastas locales, quienes ayudaban a despejar la maleza y limpiar la basura. Sin embargo, apenas comenzaron los primeros trabajos, intervinieron las autoridades de protección del patrimonio cultural. Se prohibieron incluso las tareas básicas de limpieza y protección del edificio, sin hablar ya de la reparación del tejado o el refuerzo de las paredes.
Actualmente, el proyecto está paralizado por tiempo indefinido. Los nuevos propietarios, desilusionados por las dificultades, prefieren no hablar con la prensa y esperan poder resolver todos los trámites. Los funcionarios locales reconocen: los procedimientos burocráticos se prolongan y los requisitos para la restauración de monumentos históricos son muy estrictos. Resultó que para iniciar las obras hay que preparar un extenso paquete de documentos, incluyendo un plan detallado de restauración, informes de expertos y acuerdos con arquitectos experimentados en patrimonio. Incluso para los voluntarios que desean ayudar existen restricciones muy estrictas.
Las autoridades municipales confían en que el proyecto logre finalmente avanzar. La restauración del palacio podría impulsar el turismo en la región y atraer la atención hacia otros monumentos históricos, como la cueva de Catalina Cardona. Sin embargo, por ahora el Palacio de los Gonçalves sigue deteriorándose lentamente y su futuro permanece incierto.





