
En Cataluña estalló un escándalo tras la detención en Tarragona de una treintena de padres de origen marroquí. Se les acusa de intentar hacer pasar a sus hijos por menores no acompañados para que estos recibieran la tutela del Estado y todos los beneficios asociados. Sin embargo, en realidad los adultos estaban presentes y mantenían contacto con los menores, lo que contradice completamente el concepto de ‘desamparo’.
El esquema era sencillo: las familias llegaban a España con visados turísticos, muchas veces al completo, y luego llevaban a los adolescentes a comisarías o centros de menores. Allí, los jóvenes declaraban que habían llegado solos y que no contaban con apoyo de adultos. Tras esto, el Estado asumía su tutela, ofreciéndoles alojamiento, comida, educación y tramitación acelerada de documentos para poder residir y trabajar legalmente.
Mientras los menores se instalaban en los centros, los padres permanecían en el país de forma ilegal, manteniendo un contacto constante con ellos. En ocasiones, incluso visitaban a sus hijos en los centros de acogida, lo que claramente no encaja con el estatus de ‘menor abandonado’. Las autoridades catalanas han estimado el perjuicio económico de estos casos en 1,5 millones de euros y planean reclamar esa suma a los padres por la vía judicial.
La magnitud del problema y la reacción de las autoridades
Aunque se trata de un número relativamente pequeño de familias, las autoridades advierten que estos casos generan preocupación. Cada año, en Cataluña se acoge a hasta 2.200 menores no acompañados, pero actualmente hay menos de un centenar de casos bajo sospecha. Sin embargo, el problema no se limita solo a esta región: esquemas similares se han detectado en otras partes del país.
La policía ha calificado las acciones de los progenitores como abandono familiar, fraude y facilitación de la inmigración ilegal. Sin embargo, no todas las acusaciones podrán llegar a juicio, ya que en algunos casos es necesario probar la motivación lucrativa. Existe otra variante: los padres traen a sus hijos y luego regresan a su país de origen, dejando a los adolescentes en España. En estos casos, formalmente los menores realmente quedan desamparados, y el Estado está obligado a protegerlos, pese a la evidente manipulación del sistema.
Causas y consecuencias
Muchas familias marroquíes toman esta decisión por la falta de perspectivas en su país de origen. Los adolescentes, generalmente chicos de entre 15 y 17 años, participan activamente en la planificación del traslado. Para ellos, es una oportunidad de acceder a educación, trabajo y regularizar su situación en Europa. Cataluña es uno de los destinos preferidos, no solo por la consolidada diáspora marroquí, sino también por su ubicación estratégica para desplazarse posteriormente, por ejemplo, a Francia.
Las autoridades señalan que todos los casos sospechosos tienen un punto en común: los menores entraron al país de manera legal, con visados, y no arriesgando la vida en pateras o escondidos en camiones. Precisamente esto permitió descubrir la trama y abrir una investigación. Como resultado, 22 menores fueron devueltos al cuidado de sus familias, mientras que los adultos podrían enfrentarse ahora a graves consecuencias legales y económicas.
Una mirada al futuro
Las asociaciones civiles y miembros de la comunidad marroquí creen que el problema se puede solucionar reforzando el control fronterizo. Si una familia entra con sus hijos, debe salir al completo. Las autoridades catalanas ya debaten posibles cambios legislativos para evitar este tipo de abusos en el futuro. Por ahora, el caso ha abierto un amplio debate sobre cómo debe funcionar el sistema de protección de menores y dónde está el límite entre la protección y la manipulación.






