
En la pequeña localidad de Naharros del Río, cerca de Salamanca, se produjo un hecho escandaloso: un agricultor destruyó los restos de un castillo medieval, considerado bien de interés cultural desde mediados del siglo pasado. Vecinos y defensores del patrimonio histórico quedaron conmocionados al enterarse de que el símbolo de su pueblo, la silueta de la torre Torre Mocha, había desaparecido para siempre.
El propietario de la parcela donde se encontraban las ruinas asegura que compró el terreno como simple suelo agrícola. Según él, en los documentos no figuraba ninguna mención a edificaciones antiguas. Sin embargo, para todos los vecinos era evidente: en ese lugar durante siglos se alzaban los restos de la fortaleza, cuya imagen incluso decora la bandera del municipio de Pelabravo.
Cuando se conocieron los planes para despejar el terreno, las autoridades locales intentaron intervenir, pero no lograron evitar la demolición. En pocas horas, la maquinaria pesada arrasó lo que había sobrevivido siglos de guerras y cambios. Ahora en el lugar del castillo solo queda una superficie llana y una capa de polvo.
Reacción de la sociedad y de las autoridades
El suceso desató una ola de indignación entre las organizaciones sociales dedicadas a la protección del patrimonio. Señalan problemas sistémicos: falta de control, escasez de inspecciones e indiferencia ante el destino de los bienes históricos, especialmente en zonas rurales. Según los activistas, la responsabilidad no recae únicamente en el propietario, sino también en el ayuntamiento, así como en las autoridades regionales y nacionales, que deberían velar por la conservación del monumento.
Las autoridades de Castilla y León prometieron remitir el caso a la fiscalía. Sin embargo, se descubrió que ni siquiera estaba inscrito en los listados oficiales de patrimonio cultural, a pesar del estatus que se le otorgó ya en 1949. Según expertos, esta situación no es rara en la región, donde muchas edificaciones históricas permanecen desatendidas y sin el cuidado necesario.
Los retos de la protección del patrimonio en España
El caso de Salamanca es un nuevo ejemplo de lo fácil que es perder monumentos únicos del pasado. En el medio rural, donde la población disminuye y los recursos para mantener el patrimonio histórico son insuficientes, tragedias como esta son cada vez más frecuentes. A menudo la responsabilidad de preservar estos bienes se traslada a los vecinos, quienes no siempre cuentan con los medios o conocimientos para protegerlos.
Los expertos subrayan que ni las leyes más estrictas funcionan si no hay un control real ni interés por parte de las autoridades. Mientras unos discuten posibles sanciones y la apertura de nuevos expedientes, otros lamentan que lo perdido ya no se pueda recuperar. El caso de la destrucción del castillo en Naharros del Río se ha convertido en símbolo de un problema más amplio: la indiferencia hacia el patrimonio cultural, que podría desaparecer en cualquier momento.





