
La mañana del 8 de noviembre en la provincia de Pontevedra comenzó con un acontecimiento inesperado: en varias localidades se percibió un temblor. Los sismólogos registraron un terremoto de magnitud 3,4, cuyo epicentro se encontraba a tan solo ocho kilómetros de Vila de Cruces. El foco sísmico se situó a pocos kilómetros de profundidad, lo que permitió que las ondas se propagaran por una amplia zona.
A pesar de la fuerza perceptible, el suceso no provocó daños ni víctimas. La mayoría de los vecinos de Silleda, Touro y Boqueixón ni siquiera notaron el temblor; muchos continuaron con sus actividades cotidianas sin sospechar lo que ocurría bajo tierra. Para algunos, fue motivo de conversación en las redes sociales, pero no se generó alarma.
Los servicios sismológicos recordaron la importancia de la colaboración ciudadana. Para ello existe un cuestionario especial donde cualquiera puede describir lo que sintió: si estaba en casa o en la calle, dormido o despierto, si los objetos a su alrededor se movieron. Estos datos ayudan a los especialistas a evaluar con mayor precisión las consecuencias y a alertar sobre posibles riesgos futuros.
Curiosamente, la tradición de recopilar este tipo de información de la población se remonta al siglo XVIII. Tras el devastador terremoto de Lisboa en 1755, que causó decenas de miles de muertes, en España se introdujo un cuestionario especial para los ciudadanos. Desde entonces, la forma y las preguntas han cambiado, pero el objetivo sigue siendo el mismo: comprender cómo reacciona la gente ante las catástrofes naturales y cuán preparada está la sociedad.
Cabe destacar que este episodio ha sido el más relevante en la región en los últimos seis meses. Durante noviembre ya se habían registrado leves movimientos sísmicos en los alrededores, pero el actual fue más fuerte que los anteriores, incluido el de agosto, cuya magnitud no superó los 2,6. A pesar de ello, el nivel de peligro sigue siendo bajo y los vecinos no deben temer consecuencias graves.






