
En 2025, España enfrenta serios desafíos en el ámbito de la política social debido a la ausencia de nuevos presupuestos estatales. Según la Asociación de Directores y Gerentes de Servicios Sociales, en los últimos 15 años la proporción del gasto regional destinado a necesidades sociales ha disminuido notablemente. Si en 2010 las autonomías destinaban a este fin más de dos tercios de sus recursos, ahora esta cifra se aproxima a la mitad.
El informe publicado destaca que en 2024, a pesar de un aumento general de casi 10.000 millones de euros en los presupuestos regionales, el gasto en programas sociales se redujo en más de 2.300 millones en comparación con el año anterior. Esto evidencia que, sin la intervención del gobierno central para equilibrar la financiación, las diferencias entre regiones solo aumentan.
Los expertos ponen especial énfasis en la desigualdad en la distribución de fondos entre las autonomías. Así, en Madrid el gasto por habitante en necesidades sociales es inferior a 2.800 euros anuales, en Cataluña es algo menor a 3.000, y en Andalucía ronda los 3.150. En cambio, en Navarra esta cifra supera los 4.500 euros, en el País Vasco más de 4.300 y en Extremadura más de 4.100.
La reducción de las inversiones en el ámbito social comenzó tras la crisis económica de 2010 y se intensificó especialmente en 2013, cuando se realizaron recortes presupuestarios a gran escala. Desde entonces, a pesar de una recuperación gradual, el nivel de financiación anterior no se ha recuperado. Tras la pandemia de COVID-19, cuando la importancia de los servicios públicos se hizo especialmente evidente, el aumento del gasto en sanidad, educación y protección social fue solo del 14,5%. En comparación, otras partidas presupuestarias crecieron un 62% en el mismo periodo.
Los analistas señalan que en los últimos cinco años todas las regiones han incrementado su gasto social, aunque el ritmo de crecimiento varía notablemente. En Extremadura, Canarias y Navarra, el aumento superó el 35%, mientras que en Cataluña, Murcia y Madrid la dinámica fue mucho más modesta. En la región capitalina, el gasto por habitante es 574 euros inferior al promedio nacional.
Los expertos subrayan que la ausencia de nuevos presupuestos estatales impide compensar estas diferencias. Como resultado, se acentúan las desigualdades entre los habitantes de las distintas comunidades autónomas y el acceso a servicios médicos y educativos de calidad depende cada vez más del lugar de residencia.





