A las puertas de una nueva visita de Estado del rey Felipe y la reina Letizia a China, prevista para los próximos días, es un buen momento para recordar cómo, hace casi medio siglo, sus predecesores, Juan Carlos y Sofía, tendieron por primera vez un puente diplomático hacia el gigante asiático. Aquella visita, en junio de 1978, supuso un auténtico hito: fue la primera vez que un avión español aterrizó en el aeropuerto de Pekín, abriendo así una nueva etapa en las relaciones entre ambos países.
A diferencia de la delegación actual, que contará con ministros de Economía y Exteriores, aquella primera expedición tuvo una composición muy distinta. Sorprendentemente, no viajaba ningún representante empresarial en el avión. En su lugar, a los monarcas les acompañaba un numeroso grupo de más de 90 periodistas y técnicos, entre ellos referentes del periodismo español como Iñaki Gabilondo y Jaime Peñafiel. El contingente de prensa llegó a superar incluso al que cubrió la visita de Nixon. Fue precisamente Peñafiel quien, tiempo después, relató el misterioso incidente ocurrido durante el vuelo: un objeto luminoso no identificado que siguió al avión. Al llegar, la reina Sofía, conocida por su interés en los fenómenos paranormales, no dudó en interrogar entusiasmada a los periodistas sobre el suceso, lamentando no haber sido ella misma testigo de aquel fenómeno.
La recepción en Pekín fue organizada con una magnificencia impresionante. Al pie de la escalerilla del avión, los monarcas españoles fueron recibidos no solo por las principales autoridades chinas, sino también por cerca de cinco mil jóvenes entusiastas, creando un ambiente festivo popular. La agenda de la visita fue intensa y, como señalaban los medios de la época, estuvo marcada principalmente por asuntos políticos. Lo primero que hicieron Juan Carlos y Sofía fue depositar una ofrenda floral en el mausoleo de Mao Zedong. Durante el viaje, que incluyó también las ciudades de Hangzhou y Shanghái, mantuvieron conversaciones con el presidente del Comité Central del Partido Comunista, Hua Guofeng, además de asistir a desfiles militares y conferencias oficiales.
Sin embargo, los actos protocolarios se combinaron armoniosamente con la agenda cultural. Los reyes tuvieron la oportunidad de acercarse a los más grandes tesoros de la civilización china: pasearon por la Gran Muralla, visitaron las tumbas de la dinastía Ming, la Ciudad Prohibida, el Templo del Cielo y el Palacio de Verano en Pekín. Asimismo, en la embajada de España, se celebró una recepción para la entonces reducida comunidad española residente en China.
Sin embargo, quizá el momento más memorable y emotivo para la reina Sofía, ferviente defensora de los animales, fue el regalo del líder chino Deng Xiaoping. Obsequió a España una pareja de pandas gigantes, Chang Chang y Shao Shao. Este gesto de buena voluntad tuvo un significado enorme. Precisamente estos pandas fueron, en 1982, los padres del famoso osezno Chulín, el primer cachorro nacido en cautiverio en Europa. Casi treinta años después, en 2007, durante su tercera visita a China, la reina Sofía se reencontró con los pandas al visitar la reserva en Chengdu, donde vivían los nuevos osos de bambú cedidos al zoológico de Madrid.
