
Hoy en día, la playa de La Barceloneta es conocida como uno de los principales puntos de atracción para los turistas en la capital catalana. Miles de personas acuden aquí cada día en busca de sol, mar y un ambiente animado. Sin embargo, tras la fachada del moderno destino vacacional, se esconde una historia que pocos conocen: a mediados del siglo XX, este lugar inspiró a uno de los más grandes dramaturgos estadounidenses, Tennessee Williams.
En la década de 1950, Williams visitó Barcelona en varias ocasiones. Aunque se alojó en el prestigioso Hotel Colón, con vistas a la plaza de Cataluña, se sentía irresistiblemente atraído por la costa, especialmente por el barrio de La Barceloneta. En aquellos años, era un mundo totalmente diferente. En lugar de restaurantes de moda y tiendas de recuerdos, aquí se encontraba un humilde barrio de pescadores. Las estrechas calles estaban llenas de escenas de precariedad cotidiana, pero también de una auténtica energía mediterránea.
Fue precisamente este fuerte contraste entre vitalidad y decadencia lo que conmovió profundamente al escritor. En él veía un reflejo de su propia búsqueda creativa y de sus vivencias personales. Williams pasaba los días trabajando por las mañanas y luego se iba a nadar al mar, almorzando en sencillos locales junto a la costa. Las observaciones y sensaciones vividas aquí se plasmaron más adelante en sus obras. Se cree que la atmósfera de La Barceloneta de aquella época sirvió de inspiración para una de sus piezas más conmovedoras y poéticas: «De repente, el último verano» (Suddenly, Last Summer).
Cambios radicales llegaron a este barrio después de décadas. En vísperas de los Juegos Olímpicos de 1992, las autoridades municipales pusieron en marcha una ambiciosa remodelación de la costa. Las antiguas construcciones industriales y los edificios en ruinas fueron demolidos, dando paso a un moderno paseo marítimo que abrió Barcelona al mar y transformó la zona degradada en una de las principales señas de identidad de la ciudad.
La Barceloneta de hoy cuenta con 422 metros de playa de arena cuidadosamente acondicionada, instalaciones deportivas y una infinidad de locales gastronómicos. Sin embargo, esta transformación también tuvo su lado negativo. El turismo masivo trajo consigo la gentrificación, el aumento de los precios de la vivienda y la progresiva pérdida del auténtico espíritu vecinal que tanto atraía a Williams.
Pocos de los visitantes actuales de la playa recuerdan su vínculo con el dramaturgo estadounidense. Para la mayoría, es simplemente un lugar popular para el ocio y la diversión. No obstante, la Barceloneta sigue existiendo entre dos realidades: un bullicioso destino internacional y un lugar con una historia rica, aunque a menudo poco visible. Y, entre tumbonas y rascacielos, aún perdura la memoria de aquel verano en que la austera belleza de esta costa conquistó a uno de los grandes literatos del siglo XX.






