
En la costa oriental de Asturias, lejos de las rutas turísticas más concurridas, se encuentra una aldea única capaz de cautivar a cualquier viajero. Se trata de Pimiango —un pueblo con menos de cien habitantes— situado en un mirador natural donde historia, naturaleza salvaje y antiguas tradiciones se fusionan.
El pueblo, asentado en la meseta Sierra Plana, actúa como un balcón natural con vistas impresionantes. Desde aquí se contempla una panorámica de los Picos de Europa y la costa del mar Cantábrico, incluyendo las costas de Asturias y la vecina Cantabria. La belleza de este lugar impresionó incluso al emperador Carlos V, quien se detuvo aquí en 1517. Cada verano, los vecinos recuerdan este hecho histórico organizando una fiesta popular.
El principal tesoro de la región es la Cueva del Pindal, incluida desde 2008 en la Lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO. Forma parte del conjunto “Cueva de Altamira y arte rupestre paleolítico del norte de España”. En su interior se conservan pinturas de bisontes, caballos y misteriosos símbolos abstractos que datan de entre 13.000 y 18.000 años. Estas imágenes son testigos silenciosos de la vida en el Paleolítico.
Cerca de Pimiango, la naturaleza ofrece uno de los espectáculos más impresionantes de la costa: los bufones de Santiuste, géiseres marinos. Durante las tormentas, el agua del mar, bajo presión, penetra en las grietas de las rocas calizas y es expulsada hacia arriba en columnas de agua y espuma que pueden alcanzar hasta 40 metros de altura. Este fenómeno va acompañado de un estruendo ensordecedor y silbidos, creando un espectáculo inolvidable.
Para los aficionados al senderismo, existe la ruta «Sendero de los Acantilados de Pimiango» (Ruta de los Acantilados de Pimiango), de unos 8 kilómetros de longitud. Este recorrido atraviesa parajes pintorescos, uniendo miradores, la entrada a la cueva de Pindal y las ruinas del monasterio cisterciense de Santa María de Tina, fundado en el siglo XIII. Pasear por este sendero permite disfrutar de la vegetación atlántica y observar aves rapaces que planean sobre los acantilados.
Pimiango también ha conservado rasgos culturales únicos. Por ejemplo, aquí aún se recuerda el ‘mansolea’, una jerga especial que utilizaban los zapateros ambulantes locales. El centro de la vida social es la taberna «La Librería de Pimiango», donde no solo es posible encontrar un libro interesante, sino también degustar platos típicos de la zona: desde anchoas y quesos asturianos, hasta el tradicional guiso de alubias con mariscos y otras delicias.






