
En Castellón ha comenzado uno de los juicios más mediáticos de los últimos años. En el banquillo de los acusados se encuentran seis personas, señaladas de pertenecer a una secta que operaba en el pequeño municipio de Vistabella. Según la investigación, durante décadas en una finca aislada se cometían abusos sexuales sistemáticos, incluso contra menores, además de manipulación mental y explotación de los adeptos.
El proceso judicial se prolongará durante un mes, con 13 sesiones previstas. En la causa figuran 53 testigos y cerca de una decena de peritos. Entre los acusados hay cinco mujeres y un hombre, entre ellos familiares directos del líder de la secta, conocido como el tío Toni. Él falleció en prisión antes del inicio del juicio, pero es considerado el organizador e ideólogo del grupo.
Una secta camuflada como comunidad espiritual
Según el sumario, desde principios de los años 90 en la finca La Chaparra, situada a ocho kilómetros de Vistabella, se formó una comunidad cerrada. El líder, que se presentaba como ‘enviado de fuerzas superiores’, inculcó durante años a sus seguidores que solo a través de rituales especiales y una sumisión absoluta podrían librarse de desgracias y enfermedades. Dentro del grupo reinaba una estricta jerarquía y cualquier contacto con el exterior estaba desaconsejado.
Las mujeres se encargaban de las tareas domésticas, mientras que los hombres realizaban reparaciones y trabajaban fuera de la finca. Todo el dinero que ganaban se entregaba a un fondo común, gestionado a discreción por el líder de la secta. Exteriormente, La Chaparra parecía una granja normal, con su propio ganado y huerto, y para los habitantes de Vistabella sus residentes no se diferenciaban de otros vecinos.
Acusaciones y detalles de la investigación
La fiscalía solicita para los acusados penas de entre 16 y 76 años de prisión. La investigación sostiene que los seis tenían conocimiento de lo que sucedía y participaron activamente en la organización de los rituales, incluyendo actos de carácter sexual en los que también fueron víctimas menores de edad. Según la acusación, la esposa y la nuera del líder desempeñaron un papel clave: ayudaban a coordinar los encuentros y llevaban a los niños ante el gurú.
En marzo de 2022, la policía llevó a cabo un gran operativo que puso fin a la actividad de la secta y precintó la finca. La investigación reveló que muchos de los miembros del grupo sufrían presión psicológica y, en la práctica, no podían tomar decisiones por sí mismos. Para algunos, este modo de vida se había convertido en lo normal y cualquier intento de abandonar la comunidad era visto como una traición.
Juicio y reacción social
El caso ha generado una gran repercusión pública en la región. Los vecinos quedaron conmocionados por la magnitud de lo que ocurría tan cerca de ellos. Las audiencias judiciales se celebran bajo estrictas medidas de seguridad y atraen la atención no solo de los medios de comunicación, sino también de defensores de derechos humanos. Se espera que el proceso concluya a principios de diciembre, momento en el que el tribunal emitirá su veredicto.
Este caso se ha convertido en uno de los más complejos para la justicia española en los últimos años. Ha reabierto el debate sobre el control de grupos religiosos cerrados y la protección de ciudadanos vulnerables, especialmente niños, frente a la manipulación y la violencia.





