
En los últimos años, en el sur de España, especialmente en las provincias de Cádiz y Almería, se ha desarrollado activamente un negocio clandestino dedicado a abastecer de combustible a las narcolanchas directamente en alta mar. Este sistema, conocido como ‘petakio’, se ha convertido en un elemento clave en la logística de los cárteles, que utilizan lanchas rápidas para transportar cocaína y hachís a través del Estrecho de Gibraltar.
La demanda de combustible para este tipo de embarcaciones aumentó después de que, en 2018, España endureciera las leyes que prohíben el uso de lanchas neumáticas para el contrabando. Ahora, las narcolanchas rara vez tocan tierra para evitar el riesgo de incautación. En su lugar, pasan semanas en el mar esperando la llegada de combustible, comida y otros suministros necesarios. Para ello, se utilizan pequeñas embarcaciones que llevan bidones de gasolina directamente hasta las narcolanchas.
La organización de este proceso requiere la participación de numerosas personas. Algunos obtienen beneficios comprando combustible en gasolineras convencionales, a menudo de noche o en horas poco transitadas, para no llamar la atención. Luego, los bidones se transportan a pisos ubicados en barrios desfavorecidos, donde los recoge el personal vinculado al narcotráfico. Después, el combustible es trasladado en embarcaciones pequeñas hasta los principales barcos que esperan en el mar.
El precio de este servicio ha aumentado considerablemente en los últimos años. Si antes se pagaban unos 100 euros por un bidón de 25 litros, ahora el precio puede llegar a 250-500 euros. Esto se debe a que las lanchas rápidas utilizadas por los narcotraficantes actuales están equipadas con potentes motores de cuatro tiempos, que requieren combustible de alta calidad para transportar drogas de manera rápida y discreta.
Según datos de las fuerzas de seguridad, solo en un mes en Cádiz se incautaron 45.000 litros de combustible y se interceptaron 40 embarcaciones involucradas en suministros ilegales. Las operaciones para combatir este negocio se ven complicadas porque, hasta hace poco, el almacenamiento y transporte de gasolina solo conllevaba sanciones administrativas y no responsabilidad penal. Esto hacía que el ‘petaquero’ resultara atractivo tanto para antiguos narcotraficantes como para residentes locales en busca de ingresos rápidos.
La situación comenzó a cambiar después de que la Fiscalía de Andalucía encontrara la posibilidad de aplicar el artículo 568 del Código Penal, que prevé hasta ocho años de prisión por almacenar y transportar sustancias peligrosas. Gracias a esto, algunos implicados en la trama han sido puestos en prisión preventiva; sin embargo, la jurisprudencia sigue siendo ambigua: diferentes tribunales interpretan estos casos de manera distinta, lo que genera inseguridad jurídica.
Los expertos señalan que la logística clandestina de combustible se ha convertido en una parte integral del narcotráfico en la región. Una narcolancha puede consumir entre 2.000 y 4.000 litros de gasolina por viaje, y el costo de un llenado completo alcanza los 20.000 euros. En julio del año pasado, la policía desmanteló una ‘gasolinera flotante’ operada por un grupo de cuatro personas, que en un mes logró ganar hasta 250.000 euros con esta actividad.
El problema se agrava por la implicación de jóvenes y colectivos vulnerables, para quienes participar en el transporte de combustible parece una forma fácil de ganar dinero. A menudo no son conscientes de los riesgos y las consecuencias, y la mafia los utiliza como material desechable.
Las autoridades y fuerzas de seguridad subrayan que sin un endurecimiento de la legislación y una praxis judicial coordinada, es imposible erradicar por completo este negocio. Por ahora, el ‘petaqueo’ sigue alimentando el narcotráfico, facilitando el tráfico de cocaína y hachís a través del Estrecho de Gibraltar y convirtiendo el sur de España en uno de los principales centros logísticos del narcotráfico europeo.





