
En 2020 estalló un escándalo en Canarias por la compra masiva de mascarillas sanitarias. La dirección regional de Sanidad aprobó un contrato de más de 12 millones de euros con una empresa vinculada al empresario Víctor de Aldama. Sin embargo, dentro del propio organismo, no todos estaban convencidos de que la operación fuera justificada.
Una de las responsables del área de compras expresó su preocupación al señalar que mascarillas similares se habían adquirido anteriormente a un precio inferior. Llamó la atención de sus colegas sobre el hecho de que el coste por unidad en el nuevo contrato era notablemente más alto que en anteriores adquisiciones. A pesar de estas advertencias, la dirección insistió en la firma del acuerdo, remitiéndose a recomendaciones de organismos centrales.
Intervención ministerial y condiciones poco claras
Poco después se supo que el proceso de aprobación no se limitaba al ámbito regional. A las negociaciones se sumaron representantes del Ministerio de Transportes y asesores cercanos al entonces ministro. En la correspondencia entre funcionarios se discutieron los volúmenes de suministro y las condiciones de pago, donde una parte del importe debía abonarse por adelantado.
Algunos empleados de Sanidad se preguntaban por qué para esta compra se eligieron condiciones especiales, distintas a los procedimientos habituales. Les llamó la atención que los gastos de transporte de las mascarillas, en teoría, debían correr a cargo del proveedor, pero en este caso la empresa facturó por separado la logística.
Tensiones internas y actuaciones posteriores
A pesar de las disputas internas, la operación se llevó a cabo. Más tarde se supo que parte del pago se había retrasado, y solo tras la amenaza de una demanda judicial por parte del proveedor, altos cargos intervinieron en el proceso. Finalmente, se abonó la cantidad pendiente y las mascarillas llegaron a los almacenes de la región.
Posteriormente, se descubrió que la empresa ya contaba con experiencia en contratos públicos, lo que, según algunos funcionarios, suponía una garantía de calidad. Sin embargo, las dudas sobre la transparencia y la justificación del precio quedaron sin respuesta. El departamento aseguraba que la calidad del producto estaba avalada por ensayos de laboratorio, aunque parte del personal seguía cuestionando la decisión adoptada.
Consecuencias y nuevos detalles de la investigación
La investigación, iniciada meses después, reveló que la empresa proveedora obtenía condiciones privilegiadas para acceder a contratos públicos. En particular, se descubrió que se pagaban importantes sumas mensuales a intermediarios para impulsar los intereses de la firma ante distintos organismos. Este hecho fue una de las claves que motivaron un análisis más profundo de las circunstancias de la operación.
El caso de la compra de mascarillas en Canarias ejemplifica cómo, en situaciones de emergencia, pueden surgir decisiones controvertidas y conflictos internos entre los responsables públicos. Las dudas sobre la transparencia y la eficiencia en el uso de fondos públicos siguen siendo un reto para las autoridades regionales.





