
En los últimos meses, el barrio de Sant Antoni en Barcelona ha estado en el centro de la atención debido al evidente deterioro del entorno urbano. Este distrito, conocido por su histórico mercado y situado en el Eixample, enfrenta un incremento de problemas relacionados con la limpieza, la seguridad y la tensión social.
El Ayuntamiento de Barcelona ha puesto en marcha un programa especial destinado a estabilizar la situación y restaurar la imagen del barrio. Dentro de este plan, se ha reforzado la limpieza de las calles, incrementado la presencia policial y se han intensificado los servicios sociales. Se presta especial atención a la lucha contra la venta ambulante ilegal y al apoyo de personas en situación vulnerable.
Para implementar estas medidas, la administración municipal colabora con entidades locales como Som Sant Antoni, Sant Antoni Comerç y la organización benéfica De Veí a Veí. Junto a ellas, se lleva a cabo un seguimiento continuo de la situación y se recogen propuestas de los vecinos para mejorar la calidad de vida.
Uno de los pasos más visibles ha sido la reorganización del espacio público en la llamada ‘superilla’, una zona del barrio donde se ha restringido el tráfico. En este espacio se prevé reubicar o retirar hasta un tercio del mobiliario urbano, incluidos bancos y papeleras, con el objetivo de aumentar la comodidad y la seguridad para residentes y visitantes.
Las autoridades también han reforzado el control en las zonas más conflictivas, donde se registran con mayor frecuencia infracciones del orden público y comercio ilegal. Al mismo tiempo, especialistas de la Agencia de Salud Pública y de los centros de atención a las adicciones prestan apoyo a personas sin hogar y a quienes sufren dependencia de drogas, ayudándoles a acceder a la asistencia necesaria.
A pesar de las acciones emprendidas por el ayuntamiento, muchos vecinos expresan dudas sobre la eficacia de las medidas adoptadas. En redes sociales y reuniones relatan las dificultades cotidianas: deterioro de la situación sanitaria, aumento de los conflictos y una creciente sensación de inseguridad en las calles. Algunos señalan que temen por su seguridad, especialmente al anochecer.
Como respuesta a lo que está sucediendo, los vecinos han empezado a organizarse para defender sus intereses y plantear exigencias a las autoridades municipales. Los comerciantes también señalan que el empeoramiento de la situación afecta negativamente a sus negocios: el flujo de clientes disminuye y los casos de comportamiento agresivo en las calles son cada vez más frecuentes.
Representantes de asociaciones locales subrayan que, para lograr cambios reales, no solo se requieren medidas puntuales, sino también un enfoque integral con una financiación suficiente. A su juicio, es fundamental prestar especial atención al apoyo a las personas sin hogar y a las familias con pocos recursos, que a menudo no pueden acceder a la asistencia social.
Las organizaciones benéficas señalan que el número de residentes vulnerables está aumentando y que muchas familias se enfrentan a dificultades económicas sin poder contar con apoyo estatal. En estas circunstancias, la cohesión comunitaria y la ayuda mutua entre vecinos juegan un papel fundamental.
En general, los residentes y empresarios de Sant Antoni consideran que el éxito del programa de renovación del barrio depende del trabajo coordinado de todos los implicados y de un enfoque integral que permita preservar el carácter único y la cohesión social de este histórico distrito de Barcelona.





