
En los últimos años, Cataluña enfrenta una nueva ola de tensión relacionada con cuestiones lingüísticas y culturales. Tras convertirse Junts y ERC en aliados clave del gobierno de Pedro Sánchez, el tradicional conflicto entre Barcelona y Madrid ha dado paso a divisiones internas dentro de la propia Cataluña.
Anteriormente, el nacionalismo catalán fundamentaba su discurso en la confrontación con el poder central, alegando que la región sufría represión. Sin embargo, tras el fracaso del intento de secesión unilateral en 2017 y el posterior paso de las fuerzas nacionalistas a la cooperación con Madrid, el foco se trasladó a los problemas internos. Ahora, el debate se centra en la lengua y la identidad, lo que aumenta la tensión entre los hablantes de catalán y español.
En el centro de Barcelona se han multiplicado los casos de presión sobre empresarios que no dominan el catalán. Uno de los últimos incidentes tuvo lugar con un propietario de nacionalidad argentina, quien fue objeto de acoso tras ser acusado de faltar al respeto a la lengua catalana. En la fachada de su establecimiento aparecieron pintadas ofensivas y en las redes sociales se impulsó una campaña de boicot contra su negocio.
Casos similares suelen comenzar con publicaciones en internet, donde ciertos activistas o representantes de las autoridades locales denuncian una supuesta discriminación por motivos lingüísticos. Posteriormente, organizaciones sociales, partidos políticos y algunos periodistas se suman a la campaña, llamando al boicot y ejerciendo presión sobre los dueños de negocios. Como resultado, los empresarios, especialmente los migrantes recién llegados, se encuentran en una posición vulnerable.
Expertos señalan que esta táctica recuerda a los métodos de presión social utilizados en el pasado contra diferentes minorías. En Cataluña, este tipo de acciones se vuelven cada vez más frecuentes en un contexto de aumento de migrantes y del crecimiento de la población hispanohablante en Barcelona y sus suburbios.
Paralelamente, gana fuerza en la región el partido Aliança Catalana, que aboga abiertamente por endurecer la política lingüística y limitar el uso del español en la vida pública. Esto refleja el deseo de ciertos sectores nacionalistas de construir una sociedad donde el catalán predomine, pese a la realidad multilingüe y multicultural de la región.
Se observa un cambio de prioridades en el nacionalismo catalán: antes se trataba de la independencia y la creación de una república propia, pero ahora la lucha se centra en la influencia lingüística y cultural dentro de Cataluña. Al mismo tiempo, aumenta la presión sobre los residentes y empresarios hispanohablantes, mientras que las estructuras estatales a menudo no intervienen en la situación.
La situación genera preocupación entre defensores de derechos humanos y expertos, quienes advierten sobre los riesgos de una mayor polarización social. En un contexto donde los intereses políticos prevalecen sobre los principios de igualdad y respeto a la diversidad, Cataluña enfrenta nuevos retos que pueden influir en su futuro.





