
En la madrugada del sábado al domingo, los residentes de España ajustan tradicionalmente sus relojes una hora atrás, pasando al horario de invierno. Este procedimiento, familiar para todos, cada año sirve de motivo para intensos debates. La cuestión de si merece la pena seguir cambiando la hora dos veces al año vuelve a estar en el centro de la atención.
Quienes defienden el mantenimiento del horario de invierno sostienen que este horario se adapta mejor a los ritmos biológicos de las personas. Según ellos, el amanecer temprano facilita el despertar y mejora el bienestar. Sin embargo, también están quienes preferirían mantener permanentemente el horario de verano para disfrutar de más luz por las tardes. En las distintas regiones del país, las consecuencias de optar por una u otra alternativa se perciben de forma diferente: en el oeste, el sol sale mucho más tarde en invierno, mientras que en el este ocurre lo contrario, amaneciendo demasiado pronto.
En los últimos años, el debate sobre este tema ha alcanzado un nuevo nivel. Las autoridades españolas han planteado en varias ocasiones la posibilidad de eliminar los cambios estacionales de horario en el ámbito de la Unión Europea. Sin embargo, mientras los Estados miembros no lleguen a un acuerdo, el sistema actual sigue siendo obligatorio para todos. Como resultado, cada otoño los españoles se ven nuevamente obligados a adaptarse al nuevo ritmo diario.
Históricamente, el cambio al actual huso horario se instauró en 1940, cuando el país decidió sincronizar su tiempo con Europa Central. Desde entonces han pasado muchos años, pero el debate sobre cuál régimen horario es el más adecuado para España continúa. Las encuestas muestran que la mayoría de los ciudadanos se inclinan por el horario de verano, aunque la comunidad científica insiste en los beneficios del horario de invierno. Por ahora, no se ha encontrado un compromiso y la cuestión sigue abierta.





