
En Barcelona, el 11 de septiembre se celebraron de nuevo manifestaciones con motivo del Día Nacional de Cataluña. Esta vez las calles de la ciudad no se llenaron por completo: según las estimaciones, unas 28.000 personas se concentraron en el Passeig de Colom. Es una cifra notablemente inferior a la de años anteriores, cuando eventos similares reunían multitudes mucho mayores.
También hubo concentraciones en Girona y Tortosa, aunque de menor envergadura. En Girona, alrededor de 12.000 partidarios de la independencia se reunieron en la plaza, mientras que en Tortosa solo participaron unas 1.500 personas. A pesar de la simbología y los lemas habituales, el ambiente en estos actos fue menos animado de lo habitual. Muchos asistentes señalaron que el movimiento independentista catalán atraviesa momentos difíciles.
Los organizadores de la Asamblea Nacional Catalana (ANC) trataron de recuperar el entusiasmo de otros tiempos, pero en esta ocasión los llamamientos a la independencia no lograron la respuesta de antes. Entre el público se percibía más escepticismo que determinación. Algunos participantes comentaban que, tras la pérdida de control sobre la Generalitat, el movimiento está buscando nuevos referentes y líderes.
Las autoridades de Barcelona garantizaron el orden en las calles y no se registraron incidentes graves. Sin embargo, el carácter de la celebración ha cambiado: en lugar del impulso unitario por la independencia, se percibía cansancio y desilusión en las calles. El futuro del movimiento catalán sigue siendo incierto, y esta Diada refleja los cambios que atraviesa la sociedad de la región.





