
El Palacio Real de Madrid volvió a brillar con el esplendor de las recepciones oficiales. Tras una pausa de dos años debida a diversas circunstancias, los Reyes ofrecieron una cena de gala. El motivo fue la visita a España del Sultán de Omán, Haitham bin Tariq. Este evento marcó la primera ocasión de este tipo desde mayo de 2023, cuando el Palacio recibió al presidente de Colombia. La velada estuvo marcada por el protocolo solemne y majestuoso, y toda la atención se centró en la anfitriona de la noche.
Para una ocasión tan señalada, Su Majestad apostó por un look atemporal que ya había conquistado al público. Lució un espectacular vestido largo azul cobalto de la firma española The 2nd Skin. Este conjunto no era una novedad: la Reina lo estrenó durante su visita a Ámsterdam en abril de 2024, y desde entonces es uno de sus atuendos más icónicos. Elegir un vestido ya conocido demostró seguridad y la voluntad de evitar riesgos dentro del estricto protocolo palaciego.
El conjunto no estaría completo sin las joyas familiares. La cabeza de la reina estaba coronada por la llamada tiara «rusa», una magnífica obra de arte en platino, diamantes y perlas. Históricamente, esta reliquia fue creada para María Cristina de Austria, madre del rey Alfonso XII. Además de la tiara, el atuendo se complementaba con pendientes chandelier del tesoro real y la más alta distinción del Estado de Omán, entregada en señal de respeto. Cada elemento fue seleccionado cuidadosamente para lograr una imagen verdaderamente regia.
Detrás de la aparente ligereza y elegancia, también se escondían ciertas dificultades. La falda amplia y voluminosa del vestido requería destreza para moverse, y la tiara maciza era una auténtica prueba para la postura. Precisamente el peso de la joya justifica la elección del peinado: Su Majestad optó por unos rizos firmes que servían de base segura para sostener la pesada diadema. La reina mostró un autocontrol impecable a la hora de manejar el exigente atuendo durante toda la velada.
La reina sintió calidez y aprobación no solo por parte de las autoridades. Durante el tradicional saludo a los invitados, conocido como el «besamanos», intercambió sonrisas y discretos cumplidos con cuatro mujeres de su círculo cercano. Entre ellas se encontraban la jefa de secretaría de la reina, Marta Carazo, y la responsable de prensa de la Casa Real, Rosa Lercundi. También recibió palabras de admiración de la abogada Cruz Sánchez de Lara y de Susana de Funes, esposa del jefe de la Casa Real.
El evento tuvo un momento divertido que aportó un toque de naturalidad a la velada. La presidenta del Congreso de los Diputados, Francina Armengol, también eligió un vestido azul para la cena. Aunque su atuendo era mucho más sencillo y discreto, la coincidencia de color provocó una sonrisa amable en la reina. Este pequeño episodio demostró que incluso en los actos más protocolarios hay lugar para las emociones humanas. En general, la noche transcurrió sin contratiempos y la reina Letizia volvió a confirmar su estatus como una de las monarcas más elegantes de Europa.






