
La escoliosis, o curvatura lateral de la columna vertebral, es un diagnóstico común en España que afecta tanto a niños como a adultos. Esta condición, en la que la columna se curva en forma de «S» o «C», puede desarrollarse de manera imperceptible, pero con el tiempo influye en la postura y la calidad de vida. Aunque en la mayoría de los casos la causa exacta se desconoce (a este tipo de escoliosis se le llama idiopática), los especialistas relacionan su desarrollo con factores genéticos, hormonales y neuromusculares.
Según el doctor Mario Gestoso, director de la Escuela Española de la Espalda (Escuela Española de la Espalda), el diagnóstico precoz es clave para evitar la progresión de la curvatura. Señala que, con tratamiento oportuno y seguimiento, la mayoría de los pacientes pueden llevar una vida plena y activa. En niños y adolescentes, la escoliosis suele ser asintomática y descubrirse por casualidad, cuando los padres notan asimetría en los hombros, las caderas o una escápula prominente. En adultos, la afección puede ir acompañada de dolor de espalda causado por el desgaste de los discos intervertebrales, sobrecarga muscular y rigidez general.
La actividad física es un elemento fundamental en el manejo de la escoliosis. Aunque los ejercicios no pueden corregir completamente una deformidad ya existente, desempeñan un papel importante en su control. Los expertos coinciden en que fortalecer la musculatura, trabajar la postura y mantener la flexibilidad de la columna ayudan a reducir los síntomas y a ralentizar la progresión de la curvatura. Existen programas especializados de fisioterapia, como el método Schroth, que ofrecen ejercicios personalizados para compensar las curvaturas y mejorar la alineación corporal.
El yoga puede ser un gran aliado en la lucha contra las consecuencias de la escoliosis. Su objetivo no es ‘enderezar’ la columna, sino mejorar la postura, aliviar la tensión y lograr un equilibrio muscular. Los estilos más recomendados son el hatha yoga, por su enfoque en mantener posturas básicas de forma tranquila, y el yoga Iyengar, donde se utilizan accesorios (bloques, cinturones) para adaptar las asanas a las características individuales del cuerpo. Son especialmente útiles las posturas que alargan la columna, como la postura del niño (Balasana) o el perro mirando hacia abajo (Adho Mukha Svanasana), así como las torsiones suaves. Se deben evitar las extensiones profundas hacia atrás y los movimientos bruscos, ya que pueden crear una carga desigual en la espalda. Es imprescindible consultar con el médico antes de comenzar cualquier actividad.
El pilates, por su parte, se centra en fortalecer los músculos del core — abdomen, zona lumbar y glúteos— que forman un corsé natural de soporte para la columna vertebral. Un core fuerte protege la espalda y reduce la carga sobre ella. Ejercicios sencillos como el “puente” o la postura de “gato-vaca” ayudan a mejorar la flexibilidad y el equilibrio. Para las personas con escoliosis, se recomienda practicar pilates terapéutico bajo la supervisión de un instructor, quien podrá adaptar el programa según el tipo específico de curvatura. Al igual que el yoga, el pilates no corrige la deformidad, pero mejora notablemente el bienestar y la libertad de movimiento.
Un elemento clave tanto en el yoga como en el pilates es la respiración consciente. Aprender a respirar correctamente, ampliando la caja torácica en las zonas más tensas, permite aumentar la capacidad pulmonar y aliviar los espasmos musculares. Esta práctica sencilla, pero eficaz, ayuda no solo a nivel físico, sino que también mejora la concentración y el estado emocional.
A continuación, algunos ejercicios básicos y seguros recomendados para la escoliosis:
1. Postura del niño (Balasana): Colóquese de rodillas, junte los dedos gordos de los pies y siéntese sobre los talones. Inclínese hacia adelante, apoyando la frente en el suelo y estirando los brazos al frente. Respire profundamente, sintiendo la relajación en la zona lumbar.
2. Perro boca abajo (Adho Mukha Svanasana): Desde la posición de cuadrupedia, estire brazos y piernas formando una “V” invertida con el cuerpo. Los talones buscan el suelo y la cabeza se relaja entre los brazos. Esta postura estira toda la parte posterior del cuerpo.
3. Gato-vaca: Apoyado en cuatro patas, al inhalar arquee la espalda hacia abajo y al exhalar redondéela hacia arriba. Los movimientos suaves entre estas dos posturas mejoran la movilidad de la columna vertebral.
4. Puente: Acostado de espaldas, doble las rodillas con los pies apoyados en el suelo. Eleve lentamente la pelvis formando una línea recta desde las rodillas hasta los hombros. Este ejercicio fortalece los glúteos y los músculos lumbares.
5. Torsión suave tumbado: Acostado de espaldas, lleve las rodillas al pecho y bájelas hacia un lado. Extienda los brazos hacia los lados y dirija la mirada hacia el lado opuesto. Esto mejora la flexibilidad de la columna vertebral.





