
La inteligencia es mucho más que una cifra en un test de CI o un título de una universidad prestigiosa. A menudo, las capacidades intelectuales sobresalientes se manifiestan en los hábitos cotidianos y en maneras particulares de pensar. Sobre estas señales poco evidentes habló Ángel Luis Guillén Torregrosa, psicólogo madrileño con más de 25 años de experiencia y fundador del centro Psicopartner.
Uno de los principales indicadores de una alta inteligencia es la curiosidad insaciable. Estas personas se preguntan constantemente «¿por qué?» y buscan llegar al fondo de las cosas. Su interés no se limita al ámbito profesional: exploran con entusiasmo nuevas ideas, disfrutan del propio proceso de aprendizaje y están en constante adquisición de nuevos conocimientos.
Otra característica distintiva es la capacidad de identificar rápidamente patrones y ver conexiones donde otros no las perciben. Según Guillén Torregrosa, esto les permite no solo encontrar soluciones poco convencionales, sino también anticipar cómo se desarrollarán los acontecimientos. Además, una mente bien desarrollada se siente cómoda ante la incertidumbre. Estas personas no requieren respuestas inmediatas ni unívocas; son capaces de analizar escenarios complejos y de actuar con eficacia incluso cuando no toda la información está disponible.
Las personas con alto coeficiente intelectual suelen tener poca tolerancia a la rutina y la monotonía. Necesitan constantemente nuevos desafíos e impresiones que mantengan su mente activa. Para ellos, el aburrimiento es una señal para buscar nuevas tareas más complejas. También se distinguen por su sentido del humor sutil e ingenioso. La capacidad de comprender y emplear juegos de palabras, ironía y significados ocultos es signo de flexibilidad mental y de un nivel elevado de inteligencia verbal.
El experto también desmonta el mito común de que las personas inteligentes necesariamente tienen dificultades para socializar. Explica que las habilidades sociales dependen más del tipo de personalidad que del nivel intelectual. Muchos intelectuales cuentan con excelentes capacidades comunicativas, lo que les permite ser líderes efectivos, negociadores persuasivos y miembros valiosos de un equipo.
Aunque la genética juega cierto papel en el desarrollo de las capacidades mentales, no conviene sobrestimar su importancia. Guillem Torregrosa destaca que el cerebro es plástico y que las funciones cognitivas pueden desarrollarse a lo largo de toda la vida. Para ello, son útiles los hábitos saludables: leer regularmente, resolver acertijos, aprender nuevas habilidades, así como dormir bien y cuidar el estado emocional.
Así, la verdadera inteligencia no se manifiesta en las calificaciones de los exámenes, sino en el enfoque ante la vida. Es la curiosidad, la apertura a nuevas experiencias y la capacidad de pensar con flexibilidad lo que nos ayuda a comprender mejor el mundo y a nosotros mismos.






