
La reciente unión de Cayetano Martínez de Irujo y Bárbara Mirjan, celebrada en el corazón de Andalucía, no solo ha dejado comentarios entusiastas a su paso. El fastuoso festejo, considerado con razón como el principal evento social de la temporada, terminó envuelto en rumores y críticas. Tras el brillo de los focos y las sonrisas de los recién casados, se ocultaban detalles que ahora generan debate en la sociedad, añadiendo un matiz agridulce a este esperado acontecimiento. Aunque la ceremonia fue emotiva y tanto el banquete como la fiesta quedarán en la memoria de los invitados, ciertos momentos causaron verdadera perplejidad.
El foco de atención estuvo sobre Amina Martínez de Irujo, hija del novio fruto de su matrimonio con Genoveva Casanova, quien desempeñó el papel de madrina. Muchos notaron su estado de ánimo apagado y una expresión marcadamente triste en su rostro. Según una versión, la causa habría sido la timidez natural de la joven y su temor al público. Sin embargo, la periodista Beatriz Cortázar propuso otra teoría mucho más dramática: sugirió que el semblante serio de Amina era una forma de mostrar respeto a su madre, ya que la joven no deseaba mostrar alegría al acompañar a su padre al altar con otra mujer. El contraste era especialmente notable junto a la radiante madre de la novia, Lourdes Allende, quien se presentó ante las cámaras por primera vez y lució espléndida. Se sabe que procede de una familia influyente del País Vasco, fundadora de una importante empresa maderera.
El vestido de la novia, diseñado por los modistas del taller Navascués, también fue objeto de críticas. Por ejemplo, el conocido diseñador Juan Avellaneda no se mostró entusiasmado con el traje. Lo consideró algo anticuado, pero no en el buen sentido clásico de la palabra, sino más bien de mal gusto. Especialmente cuestionó la línea de la cintura, que según él tenía un corte demasiado marcado, dando la impresión de que el vestido estaba hecho con dos telas diferentes en color y textura. Además, el famoso bordado en el cinturón fue calificado por el experto como una “pegatina barata”.
No menos polémica fue la vuelta de los recién casados en carruaje por las calles de la ciudad. Para el trayecto se eligió un carruaje modelo «duquesita», muy pequeño y estrecho. Apenas pudieron acomodarse la novia con su vestido voluminoso, su padre y el cochero. Por qué la pareja no alquiló un faetón más espacioso y apropiado para el evento sigue siendo un misterio. Lo más extraño es que se cerraron varias calles centrales para el paso de la pareja, pero el paseo en sí transcurrió prácticamente en soledad. Quizá la fuerte ola de calor influyó en la ausencia de público, pero el espectáculo fue bastante deslucido. Al final, para regresar a la villa donde se celebraba el banquete, la pareja optó por un coche, dejando el carruaje tras un breve recorrido por el centro.
Así, el vestido y el carruaje se convirtieron en los principales temas de conversación tras la celebración. No obstante, cabe destacar que la novia lucía deslumbrante. Ni siquiera la extraña colocación del adorno en el cabello, que llevaba puesto más como una diadema que como una tiara, logró deslucir el conjunto.





