
En el noroeste de España, donde la tierra se encuentra con las bravas aguas del Atlántico, existe un lugar cuya paleta de colores puede rivalizar con los paisajes más famosos del Mediterráneo. Este pequeño pueblo, resguardado entre acantilados y playas, recibe a los visitantes con fachadas de casas multicolores que parecen deslizarse hasta el borde mismo del agua. El aire aquí está impregnado de sal y del espíritu de una antigua aldea marinera, mientras las estrechas callejuelas guardan secretos centenarios. Este rincón de Galicia ofrece a los viajeros mucho más que una vista bonita: es una inmersión total en la cultura auténtica, donde cada piedra y cada ola cuentan su propia historia.
Alma marinera y fachadas llenas de color
Se trata de la localidad de A Guarda, situada en la provincia de Pontevedra. No es solo un punto pintoresco en el mapa, sino un destino señalado por la Comisión Europea como modelo de turismo sostenible (EDEN). Su gran distintivo es el frente marítimo compuesto por viviendas tradicionales pintadas en colores vivos y llamativos. Esa estampa se ha convertido en uno de los símbolos más fotografiados de la región de las Rías Baixas. La localidad es única por su triple paisaje: se sitúa junto al imponente océano Atlántico, a los pies del monte Santa Trega y en la desembocadura del río Miño. Esta ubicación crea una atmósfera inconfundible, donde la cultura marinera no es solo un homenaje al pasado sino una vida palpitante. Cada año, aquí se rinde homenaje al «rey» local — el bogavante— organizando un gran festival gastronómico en su honor.
Un viaje al pasado en el monte Santa Trega
El principal símbolo de la zona es el monte Santa Trega, una visita imprescindible. En su cima se encuentra uno de los castros celtas mejor conservados y más grandes del noroeste de la península ibérica: el Castro de Santa Trega. Pasear entre las ruinas de las viviendas circulares de piedra es viajar miles de años atrás y acercarse a la vida de los antiguos gallegos. En la cima también se ubica el Museo Arqueológico (MASAT), que expone los hallazgos de las excavaciones. Desde los miradores de O Facho y San Francisco se disfrutan panoramas inolvidables sobre la desembocadura del río Miño, la vecina Portugal y el inmenso océano. Estos paisajes resultan especialmente mágicos al atardecer, cuando el sol tiñe el cielo de tonos cálidos y encendidos. Para recorrer la montaña con calma, existe la ruta de senderismo PR-G122, que conecta los miradores, ermitas y otros puntos históricos.
Paseos por el casco antiguo y la costa
Tras descender de la montaña, merece la pena sumergirse en la vida de la zona costera. El puerto pesquero ha conservado su carácter auténtico: aquí se puede observar el trabajo de los marineros, visitar la lonja de pescado y asomarse al Museo del Mar, ubicado en una pequeña fortaleza circular restaurada en 1997. Desde el puerto parte el pintoresco sendero costero Senda Litoral. Este recorre antiguas salinas romanas y construcciones únicas — los setares, antiguos viveros para almacenar mariscos, entre los que destaca la monumental Setarea Redonda. El casco histórico de la ciudad se extiende acogedoramente alrededor del puerto. Paseando por las calles Colón y Baixo Muro se pueden ver los restos de la muralla medieval. En la plaza Plaza do Reló se alza la Torre del Reloj y se encuentra la casa señorial Casa de los Alonso, mientras que la iglesia de Santa María luce una fachada barroca de marcado influjo portugués. Un encanto especial lo aportan las elegantes “casas de indianos”, erigidas por emigrantes enriquecidos, y el castillo de Santa Cruz del siglo XVII.
Tesoros gastronómicos del Atlántico
Para experimentar plenamente el sabor de la vida local, hay que visitar el mercado central Plaza de Abastos. Aquí se encuentran todos los tesoros del mar que tanto abundan en Galicia. Sin duda, el protagonista de la cocina local es el bogavante, aunque otros mariscos también merecen una atención especial. El viaje gastronómico debe terminar con un postre tradicional: la “rosca de yema”, un dulce anillo elaborado con yema de huevo. Visitar A Guarda es la combinación perfecta de paisajes impresionantes, una historia rica y una excelente gastronomía con marcado acento atlántico. Es un lugar que deja no solo fotos hermosas en la memoria, sino también una sensación de autenticidad y armonía.






