
Cuando el brillo y el bullicio de las costas de la Costa del Sol empiezan a resultar agotadores y el alma anhela tranquilidad y frescura, conviene recordar que los verdaderos tesoros de Andalucía suelen estar alejados de las rutas turísticas habituales. Muy cerca de los barrios más glamurosos, en las estribaciones de la majestuosa Sierra Blanca, existe un rincón oculto donde la naturaleza y el legado de otras épocas se han fundido en perfecta armonía. Este breve recorrido junto al río Guadalpín, que conduce a los vestigios de un antiguo monasterio, ofrece una visión completamente diferente del sur de España. Aquí no hay lugar para las prisas: solo el susurro de las hojas, el relajante murmullo del agua y esa extraña sensación –cada vez más rara en la vida de las grandes ciudades– de estar plenamente en sintonía con el entorno.
Un refugio de frescura en el desfiladero
El sendero comienza de manera discreta, como un portal hacia otro mundo, alejando al viajero de la civilización y llevándolo al reino de una vegetación espesa y vibrante. El camino serpentea paralelo al cauce de un pequeño arroyo que los habitantes locales llaman unas veces Los Monjes, otras Guadalpín, según el ánimo o la antigüedad de los mapas. La atmósfera aquí cambia de inmediato. El aire se vuelve húmedo y denso, impregnado de una compleja mezcla de aromas: piedra mojada, hierbas silvestres, arbustos en flor y la resina penetrante de los pinos. Los altos árboles, entre los que se distinguen alcornoques y pinos piñoneros, forman una densa bóveda verde. Esta protege eficazmente de los ardientes rayos del sol andaluz, dejando pasar solo algunos destellos de luz que bailan en el suelo. Incluso en los días más calurosos aquí reina una frescura envolvente muy agradable. Es el lugar perfecto para escapar del calor sofocante y el incesante bullicio urbano. La orientación es sumamente sencilla gracias a los paneles informativos y al sendero bien marcado, por lo que es prácticamente imposible perderse, lo que hace que esta excursión sea accesible incluso para turistas sin experiencia y familias con niños pequeños.
Diversión acuática en el sendero
La principal atracción de esta ruta, su corazón y alma, es la interacción constante con el agua. El sendero no simplemente avanza cerca del arroyo, sino que lo cruza varias veces de manera lúdica, obligando a los viajeros a vadearlo. Este elemento convierte una excursión común en una aventura emocionante y divertida, provocando un entusiasmo genuino, especialmente entre los más jóvenes. La profundidad aquí es simbólica, apenas llega al tobillo, pero es importante estar atento y elegir piedras firmes como apoyo para no resbalar. En algunos lugares, la corriente desacelera y forma pequeños remansos de agua cristalina y transparente, así como cascadas en miniatura pero ruidosas, que invitan a refrescarse en los días calurosos. El incesante sonido del agua acompaña casi todo el camino, actuando como una meditación natural y creando un ambiente relajante. Por supuesto, para una travesía así se necesita un calzado adecuado, resistente al agua y bien sujeto al pie, pero las emociones y experiencias vividas compensan con creces esta pequeña preparación.
Un encuentro con el pasado entre pinos
El punto culminante de todo el viaje son las pintorescas ruinas del skit, construido aquí en el lejano siglo XVI. Para llegar hasta ellas, es necesario esforzarse un poco y subir por la ladera. Este tramo final del recorrido requiere un poco más de energía y concentración, ya que la subida puede ser resbaladiza en algunos tramos debido a las piedras sueltas. Sin embargo, la recompensa que espera en la cima supera todas las expectativas. El monasterio en ruinas, solitario entre majestuosos pinos centenarios, resulta increíblemente fotogénico y lleno de atmósfera. Del antiguo edificio queda poco: solo fragmentos de paredes y la base, pero incluso estas piedras, cubiertas de musgo, parecen respirar historia y conservar las oraciones de sus habitantes. Desde aquí, en lo alto, se abre una magnífica vista panorámica de todo el valle. Parado en este lugar, en un silencio absoluto interrumpido solo por el canto de los pájaros y el susurro del viento entre las copas, es fácil imaginar la vida de los ermitaños que buscaban aislamiento en esta fortaleza natural lejos de las preocupaciones mundanas. Es, sin duda, un verdadero lugar de poder, donde uno puede sentarse, reflexionar y sentir una conexión casi tangible con el paso del tiempo.





