
Muchas personas en España y en todo el mundo se muerden las uñas de forma inconsciente mientras ven una serie, asisten a una reunión o en plena conversación. Sin embargo, lo que parece una manía inocente, los especialistas en psicología lo consideran un indicador serio del estado interno. Según expertos españoles, este hábito, conocido científicamente como onicofagia (onicofagia), suele ser una manifestación externa de la tensión interna que la persona no logra gestionar de manera adaptativa.
El trasfondo psicológico de este comportamiento es muy fuerte. Está estrechamente relacionado con la necesidad de liberar la tensión acumulada o de controlar emociones desagradables. Se trata de un mecanismo inconsciente de autorregulación emocional. El hábito puede activarse como respuesta al nerviosismo, el aburrimiento o incluso al perfeccionismo, convirtiéndose en una forma de canalizar la inquietud interna. Si este comportamiento persiste durante mucho tiempo, suele indicar dificultades permanentes en el manejo del malestar psicológico.
Aunque no todas las personas que se muerden las uñas tienen un trastorno mental diagnosticado, los especialistas señalan que este hábito suele estar relacionado con una mayor ansiedad, estrés o baja tolerancia a la frustración. Muchos notan que lo hacen con más frecuencia durante épocas de exámenes, cambios de trabajo o conflictos personales. Sin embargo, cuando este gesto se vuelve compulsivo, repetitivo y difícil de controlar incluso en ausencia de un estrés evidente, pasa a considerarse un comportamiento compulsivo.
En algunos casos, la onicofagia puede ser un síntoma asociado a condiciones como el trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) o el trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH). Sin embargo, es importante entender que el hábito por sí solo no constituye motivo suficiente para un diagnóstico clínico.
Detrás de esta acción, aparentemente simple, pueden esconderse diversas emociones: ansiedad, inseguridad, impaciencia o aburrimiento. A veces refleja una ira contenida o el deseo inconsciente de controlar al menos algo cuando el entorno parece inestable y caótico. La persona recurre a este proceso como una especie de autoestimulación sensorial para calmarse en entornos demasiado estimulantes o, por el contrario, monótonos.
El alivio momentáneo que sienten las personas al morderse las uñas también tiene una explicación neurobiológica. Este proceso activa en el cerebro centros vinculados con el placer y la reducción de la tensión. Sin embargo, este efecto es muy breve y casi siempre va seguido de sentimientos de culpa, frustración o vergüenza por el propio comportamiento y el aspecto de las manos. Además del daño físico, como el deterioro de la lámina ungueal y la piel, el hábito deja una huella emocional, afectando negativamente la autoestima y la imagen personal ante los demás.
La psicología moderna propone métodos eficaces para combatir este problema. La terapia cognitivo-conductual y las técnicas de mindfulness ayudan a la persona a identificar los desencadenantes del comportamiento, ser consciente del gesto en el momento en que ocurre y, poco a poco, sustituirlo por respuestas más saludables y adaptativas frente al estrés.
Para dejar atrás este hábito, los expertos recomiendan comenzar con la autoobservación: prestar atención a en qué momentos y bajo la influencia de qué emociones surge el deseo de morderse las uñas. Es fundamental establecer metas realistas, sin esperar resultados inmediatos, y contar con el apoyo de personas cercanas. También pueden ser útiles barreras físicas, como el uso de esmaltes especiales de sabor amargo, y el aprendizaje de técnicas de relajación como la respiración profunda o la meditación.






