
La mañana en Barcelona comenzó con una prueba inesperada para los padres de niños pequeños y el personal de las guarderías municipales. Varias decenas de centros de educación infantil en toda la ciudad permanecieron inaccesibles: las puertas de entrada estaban cerradas y las cerraduras, selladas con silicona. Esta acción fue parte de una protesta organizada por los empleados de las guarderías, que iniciaron una huelga.
Como resultado, muchos educadores que llegaron a trabajar no pudieron entrar. Los padres que tenían prisa por dejar a sus hijos antes de empezar su jornada laboral se vieron obligados a esperar en la entrada, aguardando una solución. En algunos casos, el personal intentó acceder al edificio por puertas secundarias o de servicio, pero esto no fue posible en la mayoría de los casos.
Según las autoridades municipales, de las aproximadamente treinta guarderías afectadas, solo unas pocas lograron abrir con normalidad. En el resto, fue necesario esperar la llegada de técnicos para abrir las cerraduras bloqueadas. Las educadoras, reunidas en las entradas, informaban a los padres sobre la situación y les pedían paciencia hasta que pudieran recibir a los niños.
Para muchas familias, este día fue todo un desafío. Los padres tuvieron que cambiar sus planes sobre la marcha: algunos acordaron con familiares el cuidado temporal de los hijos, otros intentaron organizar el teletrabajo y muchos simplemente llegaron tarde a sus empleos. Fue especialmente difícil para quienes no contaban con una alternativa rápida a la guardería.
En los centros que lograron abrir sus puertas, surgieron dificultades adicionales. Por falta de personal y fallos en la organización, no todos pudieron garantizar a los niños la alimentación y los cuidados habituales. Algunos grupos se quedaron sin almuerzo y los padres tuvieron que recoger a sus hijos antes de lo habitual.
Según las estimaciones de las autoridades municipales, casi la mitad del personal que no forma parte de los servicios mínimos se unió a la huelga. Esto impactó visiblemente el funcionamiento del sistema de educación preescolar en Barcelona y generó un amplio debate entre padres y educadores.
Durante el día, los responsables de las guarderías mantuvieron la comunicación con las familias, prometiendo avisar cuando la situación se normalizara y los niños pudieran retomar su rutina. Sin embargo, para muchos, esta jornada sirvió como recordatorio de la vulnerabilidad de los servicios urbanos ante los conflictos laborales.





