
Los principales centros privados de formación profesional en Cataluña están experimentando cambios significativos. Tras numerosas quejas y denuncias ante la inspección laboral, directivos de instituciones como Ilerna e IFP (Grupo Planeta) se han visto obligados a revisar las condiciones laborales de su plantilla. Se trata de docentes que, durante años, trabajaron bajo contratos que no reflejaban su verdadera categoría profesional.
El problema se ha agudizado especialmente en el ámbito de la formación a distancia. En este sector, los profesores solían ser contratados bajo acuerdos pensados para especialistas en marketing o consultores, lo que permitía a las empresas ahorrar en salarios y ofrecer peores condiciones laborales. Solo en Ilerna, que cuenta con más de 44.000 alumnos, esta práctica continuó hasta el otoño pasado. Tras varias denuncias colectivas y la presión sindical, la empresa anunció la adopción de contratos específicos del sector educativo para sus empleados.
Al mismo tiempo, otros grandes actores del sector como Ceac y Medac llevan tiempo aplicando convenios laborales correctos. Sin embargo, ha sido el explosivo crecimiento de la formación online en los últimos años lo que ha puesto de manifiesto la magnitud del problema. En el curso 2022-2023, las plazas en programas online en Cataluña superaron las 66.000, tres veces más que en la formación presencial. La región se ha convertido en líder en número de estudiantes que optan por el aprendizaje a distancia.
Deficiencias del sistema y respuesta de las autoridades
La expansión masiva de la educación online ha puesto de manifiesto no solo problemas con los contratos laborales, sino también otras debilidades del sistema. Los estudiantes se quejan de la falta de plazas para realizar prácticas y de la insuficiente preparación de los docentes. Los propios profesores señalan que deben atender a un número abrumador de alumnos —a veces hasta dos mil a la vez—, lo que hace prácticamente imposible ofrecer una atención individualizada.
La organización de los exámenes también genera dudas: las pruebas se realizan de forma presencial en grandes salas, donde es difícil garantizar un control adecuado. Muchos profesores temen expresar abiertamente los problemas por la falta de respaldo sindical y el riesgo de perder su empleo.
En algunos centros, como en el IFP, la situación se complica porque parte del personal trabaja como autónomos, mientras que a los profesores presenciales se les aplican contratos que no corresponden al sector educativo. Tras quejas colectivas y presiones sindicales, la dirección ha iniciado negociaciones para revisar las condiciones de decenas de empleados. Según expertos, este modelo ha permitido a las empresas ahorrar sumas considerables en salarios en los últimos años.
Soluciones e iniciativas recientes
El problema ha llamado la atención no solo de las inspecciones laborales, sino también de las autoridades educativas. En 2021 se aprobó un decreto especial que regulaba la actividad de los centros privados, pero su aplicación fue suspendida tras varios litigios judiciales. Actualmente se está elaborando un nuevo marco normativo que deberá contemplar los intereses de todas las partes implicadas.
Como respuesta a la situación, ex empleados de Ilerna crearon la asociación Anproe, dedicada a defender los derechos del profesorado y a desarrollar recomendaciones para mejorar las condiciones laborales. La organización ya ha solicitado al Ministerio de Educación la implantación de estándares uniformes para el número de estudiantes por profesor y en la organización de los exámenes.
Por ahora, la mayoría de los cambios se están produciendo bajo la presión de la opinión pública y los sindicatos. Se espera que, en los próximos meses, las nuevas normas afecten a miles de trabajadores y estudiantes, haciendo que el sector de la formación profesional privada en Cataluña sea más transparente y justo.






