
En la provincia de Castellón ha comenzado uno de los juicios más mediáticos de los últimos años. En el banquillo se sientan seis personas, entre ellas familiares y allegados del difunto líder de la secta La Chaparra. Se les acusa de una serie de delitos graves, incluidos abusos sexuales continuados a menores, coacción psicológica y creación de organización criminal.
En la primera jornada del juicio, exmiembros del grupo, incluida una madre y su hija, relataron en detalle cómo era la vida dentro de la comunidad aislada. Según sus testimonios, en La Chaparra reinaban el miedo, la manipulación y un férreo control. El líder, conocido como tío Toni (tío Toni), había creado en torno a sí mismo un culto a la personalidad, prometiendo sanación y salvación mediante rituales esotéricos y prácticas sexuales. Mujeres y niños eran víctimas, y cualquier intento de resistencia se castigaba con violencia psicológica y física.
El sistema de control y las maniobras financieras
La secta existía desde principios de los años 90 y fue creciendo poco a poco, atrayendo a nuevos adeptos. Dentro del grupo imperaba una estricta jerarquía y todas las decisiones eran tomadas únicamente por el líder. Hombres y mujeres tenían tareas diferenciadas, y cualquier desvío de las normas era castigado. La gestión financiera también estaba centralizada: los miembros donaban grandes sumas, participaban en la compra de viviendas y en la financiación de negocios al servicio de la organización. A lo largo de los años, los seguidores de La Chaparra invirtieron cientos de miles de euros, sin recibir nada a cambio.
Un papel especial en las acusaciones lo ocupan las mujeres del círculo más cercano al líder. Según las víctimas, eran ellas quienes ayudaban a organizar los encuentros de menores con el líder de la secta, e incluso a veces estaban presentes durante la comisión de los delitos. Algunas de estas mujeres ahora también están en el banquillo de los acusados y podrían enfrentar largas penas de prisión.
Secuelas y trauma psicológico
Los testimonios de antiguos miembros de la secta revelan una realidad estremecedora: los niños eran víctimas de abusos desde edades muy tempranas, mientras que las mujeres adultas vivían bajo presión constante y miedo. Muchas de las víctimas siguen necesitando ayuda psicológica para superar las consecuencias de lo vivido. Algunas solo años más tarde lograron comprender que lo que sucedía no tenía nada que ver con sanación ni crecimiento espiritual.
Se prevé que el proceso judicial será largo: a lo largo de trece sesiones está previsto escuchar a más de cincuenta testigos y una decena de expertos. Próximamente — los interrogatorios de los acusados y nuevos detalles sobre la vida dentro de La Chaparra. La sociedad sigue con atención el desarrollo del caso, esperando una sentencia justa para quienes durante años destruyeron las vidas de quienes confiaron en ellos.





