
En la pequeña localidad de Garray, en la provincia de Soria, la empresa Ondara ha completado la primera fase del cultivo industrial de cannabis medicinal. Este logro es fruto de cuatro años de preparación, inversiones y complejos trámites con las autoridades. Sin embargo, a pesar de contar con las licencias necesarias, la compañía no puede vender la producción cultivada en España, ya que la legislación local sigue sin permitir el uso de variedades psicoactivas de cannabis con fines médicos.
Ondara se ha convertido en una de las pocas empresas del país en obtener autorización oficial para el cultivo de cannabis con alto contenido de sustancias psicoactivas para fines médicos. La primera cosecha comercial se realizó en julio de 2025, marcando el inicio de una producción regular. No obstante, toda la producción está destinada a la exportación, principalmente al Reino Unido y Australia, donde estos productos ya están legalizados y tienen demanda en la industria farmacéutica.
España sigue rezagada frente a otros países europeos en cuanto a la regulación del cannabis medicinal. Aunque los medicamentos a base de morfina se pueden adquirir con receta, el uso del cannabis para tratamientos continúa prohibido. Esto genera una situación paradójica: se permite cultivar y producir cannabis medicinal en el país, pero no se puede vender a pacientes españoles.
El cannabis medicinal se utiliza para aliviar el dolor crónico, especialmente en casos donde otros medicamentos resultan ineficaces o provocan efectos secundarios graves. En España, existe una posibilidad limitada de uso de cannabis dentro de clubes cerrados; sin embargo, esta práctica está disponible solo para un reducido grupo de personas y no resuelve el problema del acceso masivo a la terapia.
La historia de Ondara comenzó con la compra de un gran complejo de invernaderos, Aleia Roses, que antes se dedicaba al cultivo de rosas exclusivas. Tras un intento fallido de mantener el negocio floral, la empresa decidió reorientarse hacia un sector en auge: la producción de cannabis medicinal. Esta transición no fue sencilla: debido a la falta de ingresos y retrasos en los permisos, Ondara se vio obligada a reducir su plantilla de 250 a 60 empleados, y la mayoría del personal entró en un régimen de suspensión temporal de empleo (ERTE).
La reconversión de los invernaderos y la creación de nuevas áreas de producción requirieron una inversión de 6 millones de euros. El paso más complicado fue obtener todos los permisos necesarios: primero para cultivar lotes de prueba y, posteriormente, para producir principios activos farmacéuticos. No fue hasta el verano de 2023 cuando Ondara obtuvo los certificados de conformidad con los estándares y el estatus de productor oficial. En 2025, la compañía consiguió ampliar sus cuotas de producción, lo que permitió activar un nuevo calendario productivo y empezar el regreso gradual de los trabajadores.
La primera cosecha comercial se obtuvo mediante clones de plantas madre. En la fase inicial del proyecto participan alrededor de 12 empleados, pero a medida que aumente la producción, Ondara planea reincorporar a la mayoría de su antiguo equipo. El producto principal —inflorescencias secas de cannabis— se suministrará a empresas farmacéuticas para su posterior procesamiento. En España, este tipo de medicamentos aún no está autorizado para la venta, por lo que toda la producción se destinará a la exportación.
En el país está permitido el cultivo y la venta de cáñamo industrial (cannabis con bajo contenido de THC), que se utiliza, por ejemplo, para la producción de tés relajantes. Sin embargo, las variedades psicoactivas siguen siendo ilegales. A pesar de ello, el interés por el cannabis medicinal en España va en aumento, así como el número de clubes y tiendas especializadas que ofrecen productos legales a base de cannabidiol (CBD).
La situación de Ondara pone de manifiesto las contradicciones de la legislación española: la empresa puede cultivar y producir cannabis medicinal legalmente, pero no tiene derecho a comercializarlo en el mercado nacional. Hasta que las autoridades aprueben nuevas leyes, los pacientes españoles seguirán sin acceso a terapias modernas y los productores nacionales tendrán que orientarse hacia los mercados extranjeros.






