
En las montañas occidentales de Asturias, lejos del bullicio de las ciudades, se esconde la aldea de Santalla. Aquí el tiempo sigue sus propias reglas. Pasear por sus calles empedradas, flanqueadas por casas de tejados de pizarra, no es simplemente una excursión, sino un auténtico viaje al pasado de la comarca de Los Oscos, una región que protege con esmero sus tradiciones artesanales centenarias. Los paisajes que la rodean, llenos de bosques y prados, invitan a la calma y al descubrimiento, haciendo de este rincón el destino ideal para quienes buscan autenticidad y conexión con la naturaleza.
Historia viva en el corazón de la España Verde
Al llegar a Santalla, se percibe de inmediato que cada detalle aquí importa y que cada escultura cuenta su propia historia. Los telares funcionan igual que en el siglo XVIII, y las manos expertas de los maestros dan forma al hierro incandescente. Toda la atmósfera está impregnada de respeto por quienes forjaron la identidad de este lugar: los herreros, o “ferreiros”, cuyo legado se siente en cada rincón. El golpear del martillo y el ritmo constante de los telares componen una melodía única donde pasado y presente se funden en perfecta armonía.
Santalla, convertida en uno de los símbolos de la reserva de la biosfera Oscos-Eo, ofrece a sus visitantes mucho más que un turismo convencional. Es una inmersión sensorial y emocional en la esencia misma de la cultura asturiana, donde los oficios tradicionales, la hospitalidad de sus habitantes y el profundo respeto por la tierra generan experiencias inolvidables.
Galería de arte al aire libre
Pasear por el pueblo es como recorrer un museo al aire libre. Uno de los lugares más destacados es el “Telar de Irene”, un pequeño taller donde aún se tejen piezas de lana, lino y seda siguiendo técnicas del siglo XVIII. Estas creaciones son auténticas obras de arte que recuerdan la importancia que tuvo la artesanía textil en la economía de Los Oscos en tiempos pasados.
Sin embargo, la verdadera seña de identidad de Santalla siempre fue su vínculo con el hierro. Hubo un tiempo en que el pueblo contaba con más de cien fraguas en funcionamiento. Hoy, este legado se refleja en las numerosas esculturas que adornan calles y plazas. Obras creadas durante los encuentros de herreros, organizados desde principios del siglo XXI, rinden homenaje a una tradición centenaria. Cada pieza tiene su propio significado, pero todas transmiten lo mismo: la unidad de la comunidad y el respeto por sus raíces. Incluso las barandillas del ayuntamiento local, forjadas por los ferreiros, están decoradas con motivos vegetales que simbolizan la alegría y el amor por la vida.
Ruta del arte y tesoros naturales
Entre las obras más emblemáticas destaca el “Espíritu del Herrero”, elaborada en hierro forjado y pizarra. Muy cerca se encuentra el “Guerrero asturiano”, dedicado al etnógrafo Pepe el Ferreiro, y la escultura “El Clavo”, creada en memoria del último herrero tradicional de la comarca. Detrás de cada una hay una historia que conecta pasado y presente.
Estas y otras piezas de arte forman parte de la ruta “La Ruta con Arte”: un sendero circular de 15 kilómetros, con una opción reducida de 5 kilómetros. El recorrido arranca en el propio pueblo y resulta ideal para paseos en familia, incluso con niños y mascotas. No se requiere preparación especial para completarlo y el aparcamiento en la aldea es gratuito. Los restaurantes y casas rurales de la zona aportan encanto al lugar, convirtiéndolo en una excelente base para descubrir uno de los rincones más auténticos y desconocidos del norte de España.
Herencia del hierro y trabajo femenino
La exposición escultórica continúa en la Plaza de Sargadelos, donde se encuentra el busto del Marqués de Sargadelos. Este hijo de Santalla fue pionero de la industria metalúrgica y cerámica en el siglo XVIII. Muy cerca está la escultura “La Servanda”, creada en 2023, que rinde homenaje a las mujeres rurales y a las hilanderas que durante generaciones cimentaron la vida en Los Oscos.
Además de las maravillas creadas por el hombre, los alrededores del pueblo rebosan belleza natural. La cascada de A Seimeira y la ruta “Forcón de los Ríos” son solo algunos ejemplos de senderos que atraviesan bosques de castaños y robles. Aquí, entre el sonido de martillos de fragua y telares, se entiende que en Santalla no se pierde el tiempo: aquí el tiempo se forja, se teje y se custodia para las futuras generaciones. Y para una inmersión total, basta acercarse a Mazonovo, a solo cinco kilómetros, donde todavía sigue funcionando una herrería del siglo XVIII con su martillo hidráulico original.






