
La noche del 29 de octubre de 2025 en Valencia quedará grabada en la memoria de sus habitantes como una de las más trágicas. Para cuando los representantes de las autoridades municipales, regionales y nacionales se reunieron de urgencia, la ciudad ya registraba las primeras víctimas. La fuerza de la naturaleza no dio tiempo para dudas, pero las discusiones entre dirigentes se prolongaron durante horas.
Mientras los funcionarios debatían sobre la necesidad de una alerta masiva, los operadores del 112 atendían miles de llamadas. La gente pedía auxilio, avisaba de inundaciones, desaparecidos y situaciones críticas. En ese momento, en varios barrios el agua ya entraba en viviendas, garajes y residencias de mayores. Pese a los avisos de meteorólogos e hidrólogos, la decisión de enviar un mensaje de emergencia no llegó hasta tres horas después del inicio de la reunión.
Cuando finalmente se envió la notificación a los teléfonos móviles, la situación ya se había desbordado. Para entonces, el número de fallecidos superaba el centenar y medio, y muchos se encontraban atrapados sin posibilidad de ser rescatados. Las autoridades se limitaron a aconsejar no salir de casa, pero la mayoría de las tragedias ocurrieron precisamente en viviendas y parkings subterráneos.
Mientras tanto, el presidente regional permanecía en un restaurante, retrasando su llegada a la reunión. Cuando finalmente acudió, la catástrofe ya se estaba agravando. En zonas como Utiel y Catarroja, los vecinos quedaron incomunicados mientras el nivel del agua seguía subiendo. Poco después, el colapso de una presa provocó nuevas víctimas.
La segunda ola de alertas se envió solo cerca de la medianoche, cuando el número de fallecidos se aproximaba a doscientos. Durante toda la noche, los servicios de emergencia trabajaron al límite de su capacidad, pero muchas llamadas quedaron sin respuesta. En total, durante el día se recibieron casi veinte mil llamadas, la mayoría hechas incluso antes del primer aviso oficial.
Las consecuencias de la demora se hicieron evidentes ya al día siguiente. Muchos de los afectados fallecieron a causa de las heridas o por complicaciones. Esta tragedia es un ejemplo claro de cómo la falta de coordinación y la tardanza en la toma de decisiones pueden desembocar en consecuencias catastróficas. Las preguntas sobre la organización de los servicios de emergencia y la coordinación entre organismos siguen aún sin respuesta.






