En Washington, se ha desatado una nueva ola de tensión entre Estados Unidos y España. Donald Trump, durante una reunión en el Despacho Oval con el líder finlandés Alex Stubb, planteó de forma inesperada la cuestión del papel de España en la Alianza del Atlántico Norte. El motivo fue que Madrid no se apresura a aumentar el gasto militar al 5% del PIB, como se acordó en la cumbre de La Haya este año.
El presidente estadounidense no ocultó su irritación: recordó que casi todos los países miembros apoyaron el nuevo objetivo, pero España se mantuvo al margen. Según sus palabras, si Madrid no cambia su postura, sería necesario replantearse su permanencia en la Alianza. Es la primera vez que este tipo de declaraciones se hacen de forma tan directa, lo que ha generado una tensión notable entre los socios europeos.
El gobierno español, por su parte, se apresuró a asegurar a la opinión pública su confianza y compromiso con las obligaciones asumidas. En Madrid subrayan que el país sigue siendo un miembro pleno y responsable de la OTAN y que su contribución a la seguridad colectiva no es inferior a la de otros estados miembros. Sin embargo, la cuestión del porcentaje del PIB destinado a defensa sigue siendo un punto conflictivo.
Trump ya había criticado en anteriores ocasiones a sus aliados por invertir insuficientemente en defensa, pero hasta ahora solo se hablaba de una posible salida de Estados Unidos de la Alianza. Por primera vez, sin embargo, se ha planteado la idea de excluir a un país concreto. España, por su parte, insiste en que compensa sus menores gastos con una participación activa en misiones y el desarrollo de capacidades militares.
En la cumbre de La Haya, el presidente de Estados Unidos se negó a firmar los documentos de manera incondicional, a diferencia de otros líderes. El presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, optó por una táctica más cautelosa, procurando no agravar el conflicto a pesar de las dificultades políticas internas. Finalmente, Madrid aceptó los objetivos generales, pero no asumió el compromiso del 5%.
Dentro de la OTAN continúan los debates sobre cómo contabilizar los gastos de defensa. Muchos países, incluida España, proponen considerar los gastos en ciberseguridad, proyectos climáticos e infraestructuras. Esto permitiría acercarse formalmente a los nuevos estándares sin aumentar directamente el presupuesto militar. Sin embargo, este tipo de propuestas despiertan escepticismo entre algunos aliados.
La discusión sobre la financiación de la defensa no es nueva. Ya en 2014, los países acordaron elevar el gasto al 2% del PIB, pero para 2025 la mayoría de los miembros no ha logrado cumplir este objetivo. Según los expertos, las nuevas exigencias de Trump podrían provocar una mayor división dentro de la alianza y poner en duda la unidad frente a amenazas externas.
