
¿Es esto verdadera intimidad o una dependencia hábilmente disfrazada? Si alguna vez has puesto a alguien en un pedestal, viéndolo como tu salvación, seguramente este tema te resultará familiar. Quizás ni siquiera te diste cuenta cuando realmente te amaron, porque no eras capaz de aceptar ese sentimiento. La auténtica cercanía te obligaría a enfrentarte a tus propios miedos y a tu vacío interior. Es mucho más fácil obsesionarse con alguien emocionalmente inaccesible. En esta persecución interminable de un fantasma, no queda tiempo para el autoanálisis. Es una adicción invisible que se disfraza de amor, y sobre la que reflexiona en sus redes sociales el escritor y empresario español Nacho Muñoz Campano.
Su trayectoria no es clásica: tras dejar su carrera policial, Nacho se volcó por completo en los negocios y la literatura, fundando varias marcas exitosas y publicando libros como «Marketing sin rodeos» y «La trampa de la supraconciencia». Su estilo directo y claro le ha convertido en una figura destacada en debates sobre la vida, las relaciones y las emociones. Ofrece perspectivas honestas y, a veces, inesperadas. Una de sus reflexiones más recientes, compartida con sus seguidores, es justamente esta. Afirma que existe una forma de apego que no es amor. Es un hambre emocional que busca desesperadamente dónde saciarse.
Según Nacho, tendemos a idealizar al objeto de nuestra pasión, ignorando lo que no nos gusta y tragándonos las dudas. La otra persona se convierte en un proyecto para nuestra salvación. Su sonrisa pasa a ser el remedio, y su mirada, la confirmación necesaria para nuestra propia existencia. Muñoz llama a esto distracción, huida, una forma de no sentir el dolor interno. Señala que es más fácil sufrir por quien no te elige que preguntarte por qué tú no te eliges a ti mismo. Es más sencillo perseguir un ideal inalcanzable que brindarse a uno mismo ese cuidado tan necesario.
El autor está convencido de que no se trata de un sentimiento profundo, sino de otra forma de huir de uno mismo, y señala que a menudo confundimos el apego con la dependencia de la evasión. Según él, las relaciones auténticas solo comienzan cuando la persona deja de huir.
¿Qué dice la psicología al respecto? Sofía García-Faya, psicóloga en ejercicio, explica que cuando Nacho habla de «hambre», se refiere a dos principales patrones de apego: el evitativo y el ansioso. La especialista detalla las diferencias entre ambos. El tipo evitativo es propio de quienes temen acercarse a los demás por miedo a ser heridos. Estas personas suelen mantener distancia emocional y les cuesta confiar en sus parejas. Este patrón de comportamiento se forma en la infancia como un mecanismo de defensa. Por el contrario, el apego ansioso se desarrolla en aquellos que buscan constantemente amor y aceptación, adaptándose a los demás y evitando los conflictos. Su mayor temor es ser abandonados, y el origen de esto también se remonta a la infancia, cuando sentían que debían ganarse el cariño y la atención.
La buena noticia, según Sofía, es que en la adultez estas estrictas «categorías» se convierten en «tendencias» más flexibles. Nuestra experiencia vital nos vuelve más adaptables. Dependiendo de las circunstancias y de la pareja, podemos mostrar rasgos de uno u otro tipo, e incluso de ambos a la vez. La psicóloga habla de «ambivalencia»: personas con un apego básicamente ansioso pueden, como mecanismo de defensa, mostrar conductas evitativas. Por ejemplo, desean con intensidad ser amadas, pero de repente dejan de responder mensajes o desaparecen. Esta conducta puede ser una estrategia desesperada de la parte ansiosa de su personalidad, que intenta no perder a la persona deseada.
Para concluir, Sofía hace dos advertencias importantes. En primer lugar, señala el peligro de emitir juicios categóricos como “siempre” y “nunca”, destacando que cada caso es único y requiere un enfoque individual. En segundo lugar, recuerda la importancia de buscar ayuda profesional. Intentar autodiagnosticarse basándose en publicaciones de internet no es útil; comprender la propia historia y las formas de construir relaciones es un trabajo serio. Pero hay algo que sí se puede afirmar con certeza: una relación saludable con uno mismo siempre da lugar a un sentimiento más maduro y a un vínculo más fuerte y confiable con otra persona.






