
Las conversaciones telefónicas, que antes eran la base de la comunicación cotidiana, están siendo rápidamente reemplazadas por los mensajes de texto en aplicaciones de mensajería. Esta tendencia, especialmente evidente entre los jóvenes, ya no es simplemente una cuestión de comodidad, sino un fenómeno psicológico. Los especialistas hablan cada vez más de la ‘ansiedad telefónica’ o ‘telefobia’: una sensación de incomodidad e incluso miedo ante una conversación telefónica en tiempo real.
Según la psicóloga Leticia Martín Enjuto, la causa principal de este fenómeno radica en la naturaleza misma de la comunicación. Una llamada telefónica implica una interacción en tiempo real, sin la ‘red de seguridad’ que ofrecen los chats de texto. La falta de tiempo para pensar la respuesta, la imposibilidad de corregir errores y la necesidad de reaccionar al instante ante las emociones del interlocutor generan una presión considerable. En cambio, los mensajes de texto permiten tener el control total de la situación: se puede elegir cuidadosamente cómo expresar una idea, releer y editar antes de enviarla. Este control protege frente a la vulnerabilidad inherente a un diálogo espontáneo.
Para las personas con tendencia a la ansiedad social, los mensajes de texto son un auténtico salvavidas. La conversación telefónica se percibe como una actuación social sin guion, donde se intensifica el miedo a ser juzgado, a decir algo inapropiado o parecer inseguro. La voz y la entonación transmiten gran cantidad de información emocional que la persona ansiosa teme mostrar. En cambio, el texto permite crear una imagen cuidada y reflexiva, funcionando como un mecanismo de protección.
El miedo al rechazo también se siente más intensamente durante una llamada telefónica. Intentar llamar es una solicitud directa de atención por parte del interlocutor. Si no responden, puede percibirse como un rechazo personal y claro. En cambio, un mensaje sin respuesta se puede justificar fácilmente por la ocupación del destinatario o por razones técnicas, lo que reduce considerablemente el malestar psicológico y afecta menos a la autoestima.
Sin embargo, al sustituir la voz por el texto, perdemos una parte irremplazable de la comunicación. El habla humana no son solo palabras, sino también tono, ritmo e intonaciones, que transmiten sarcasmo, empatía o alegría sin necesidad de emoticonos adicionales. La ausencia de estas señales no verbales es un camino directo hacia los malentendidos. El cerebro tiende a llenar los huecos de la información, y suele hacerlo de manera negativa: un mensaje breve, sin los habituales signos de cortesía, puede interpretarse erróneamente como una muestra de enfado o indiferencia.
La preferencia constante por la comunicación escrita afecta negativamente la empatía y la habilidad de escuchar activamente. Estas destrezas se desarrollan precisamente en el diálogo en persona, donde aprendemos a captar y responder a las señales emocionales del interlocutor. Al limitarnos al texto, dejamos de ejercitar ese “músculo emocional”. A largo plazo, esto puede provocar que las relaciones se vuelvan más superficiales y utilitarias, centradas en el intercambio de información y no en la construcción de un vínculo profundo.
El psicólogo destaca que hay situaciones en las que una llamada telefónica no solo es recomendable, sino necesaria. Esto aplica a la discusión de temas complejos y cargados de emociones, como los desacuerdos, las disculpas, la expresión de sentimientos profundos o la transmisión de malas noticias. Además, una llamada resulta insustituible cuando es necesario brindar un verdadero apoyo a una persona cercana. Escuchar la voz de un amigo en un momento difícil es un acto terapéutico poderoso que ningún mensaje de texto puede reemplazar.
¿Cómo saber si la conversación por mensajes ha llegado a un punto muerto y es momento de llamar? Las señales evidentes son los malentendidos recurrentes, la sensación de desapego emocional a pesar de la frecuencia de los mensajes, así como la necesidad de tratar un tema serio que requiere empatía. En estos casos, la voz no es solo una alternativa, sino la clave para una comunicación saludable y respetuosa.
Para superar la incomodidad con las llamadas, la especialista recomienda actuar de forma gradual. Comience llamando a personas cercanas con las que se sienta seguro. Puede bastar con un breve saludo como objetivo inicial. También resulta útil pensar de antemano en un par de temas para la conversación, para no temer a los silencios incómodos. Es fundamental cambiar la actitud hacia la llamada: verla no como una obligación, sino como una oportunidad de escuchar una voz querida y fortalecer el vínculo, anteponiendo la comunicación humana a la comodidad tecnológica.






