
Allí donde los cañones del poderoso río Miño se abren paso en el paisaje, formando laderas casi verticales cubiertas de viñedos, se esconde un rincón que hasta hace poco conocían sólo unos pocos. No es simplemente un punto en el mapa, sino un mundo propio, con sus propias reglas, donde el tiempo parece correr de otra manera, guiado por el ritmo ancestral de la naturaleza y el trabajo humano. A primera vista parece un todo, pero si observas con atención, notarás que el río lo parte en dos unidades administrativas completamente distintas, creando una simbiosis única entre dos ayuntamientos.
Dos almas de un mismo enclave
Este asombroso enclave, donde viven apenas unas treinta personas, lleva el nombre de Belesar. Su parte occidental pertenece al ayuntamiento de Chantada y la oriental, a O Saviñao. Así, el Miño aquí no es sólo un accidente geográfico, sino una auténtica frontera simbólica. El puente que une ambas orillas se asienta sobre cimientos de la época romana. Fue reconstruido sobre sus soportes originales y hoy es parte inseparable del Camino de Invierno a Santiago de Compostela, que recorren los peregrinos. Las casas de piedra con elementos de madera se apretujan junto al agua. Algunas lucen decoraciones con la técnica tradicional del esgrafiado, lo que les confiere un encanto especialmente auténtico. La vida aquí parece suspendida en el tiempo, aunque esa impresión es engañosa.
Huellas de imperios y santuarios sumergidos
La historia de esta tierra se remonta a tiempos ancestrales. Por Belesar pasaba una calzada romana de gran importancia estratégica, que unía Braga y Astorga. Su tramo serpenteante, conocido como los “Codos de Belesar”, aún hoy define el paisaje y recuerda la grandeza del Imperio. Pero no fueron solo los romanos quienes dejaron su huella aquí. En lo alto de una colina se alza la iglesia de San Bartolomeu, que custodia un verdadero tesoro: un altar barroco de 1747. Esta joya fue rescatada de otro templo que quedó sumergido tras la construcción del embalse en 1963. Ese capítulo dramático forma ya parte de la identidad local. No muy lejos se encuentra otra joya, Santo Estevo de Ribas de Miño, un magnífico ejemplo del románico, con una enorme roseta y una cripta perfectamente integrada en el terreno irregular. Y a la orilla misma del agua, las bodegas semienterradas delatan una tradición vitivinícola que se ha transmitido durante siglos.
Viticultura heroica y placer sin prisas
Quien llega a Belesar descubre mucho más que paisajes bellos. Se sumerge en una atmósfera marcada por el respeto a la naturaleza y la calma. Desde el embarcadero local zarpan catamaranes que navegan por los tramos más serenos de los cañones del Miño. Desde el agua, se despliega una perspectiva impresionante de terrazas cubiertas de viñedos, que parecen a punto de deslizarse hacia la superficie esmeralda del río. Es la llamada “viticultura heroica”: trabajar estas vides en pendientes tan pronunciadas es toda una hazaña. En los días despejados, el agua refleja la piedra y el verdor, creando un cuadro surrealista. Belesar es considerado con razón uno de los enclaves más encantadores de la Ribeira Sacra, un lugar de energía que conecta a las personas a través del tiempo y el espacio.
El fantasma bajo el agua
Pero esta tierra guarda también un gran enigma. En el fondo del Miño reposa el antiguo castro, una fortaleza centenaria que, en épocas de sequía extrema, llega a asomarse sobre el agua. Este espectáculo místico aporta profundidad histórica y un aire de misterio a toda la región. La aparición de la fortaleza fantasma emergiendo de las profundidades es un acontecimiento que llama la atención y recuerda cuántos secretos quedan aún por descubrir en esta tierra milenaria. No son simples ruinas, sino testigos mudos de épocas anteriores incluso a los romanos, y su repentina presencia estremece la imaginación, invitando a reflexionar sobre la fragilidad y la eternidad.






