
Durante casi siglo y medio, los tercios españoles dominaron los campos de batalla de Europa, ganándose la reputación de fuerza militar invencible. Su táctica única, que combinaba la potencia de fuego de los mosqueteros y arcabuceros con el muro impenetrable de piqueros, les aseguró victorias en batallas emblemáticas como la de Lepanto en 1571. Sin embargo, en la primavera de 1643, el equilibrio de poder en el continente comenzó a cambiar. La batalla de Rocroi marcó un punto de inflexión tras el cual la infantería española perdió su estatus de la mejor del mundo.
Los acontecimientos se desarrollaron en pleno auge de la Guerra de los Treinta Años (1618-1648), un conflicto de gran escala que afectó a gran parte de Europa. El Imperio español, gobernado por Felipe IV, luchaba en varios frentes, lo que agotaba gravemente sus arcas. Las dificultades financieras y la extensión de las líneas de comunicación afectaban la capacidad combativa del ejército. Al mismo tiempo, sus adversarios —principalmente Francia— impulsaban activamente la modernización de sus fuerzas armadas. En 1643, el cardenal Mazarino, sucesor del cardenal Richelieu, apostó por debilitar la influencia española en los Países Bajos españoles. Cuando los tercios españoles sitiaron la estratégica fortaleza de Rocroi, en las Ardenas francesas, el ejército francés salió en ayuda de la guarnición, haciendo inevitable el enfrentamiento decisivo.
En la mañana del 19 de mayo, el ejército al mando del gobernador de los Países Bajos Españoles, Francisco de Melo, compuesto por unos 20.000 soldados, en su mayoría infantería, se enfrentó a un ejército francés de 23.000 hombres. Los franceses estaban dirigidos por el joven y ambicioso Louis II de Bourbon-Condé, de 22 años, más tarde conocido como el Gran Condé. Las terceras españolas quedaron rodeadas. La artillería y la caballería francesas golpearon con fuerza sus flancos. Pese a la resistencia heroica, la infantería española no logró hacer frente a las nuevas tácticas del adversario, basadas en la alta movilidad y la coordinación de la caballería. Al final del día, las fuerzas francesas lograron una victoria contundente.
La derrota en Rocroi no fue simplemente un revés militar, sino un poderoso golpe simbólico. El mito de la invencibilidad de las tercias españolas, guardianas de la hegemonía imperial, quedó destruido. Este hecho socavó seriamente el ánimo del ejército español y su prestigio en Europa. Para muchos historiadores, esta batalla marcó el comienzo del fin del dominio militar español en el continente. La pérdida de soldados experimentados, de reputación y la escasez de recursos condujeron al paulatino declive del poderío del Imperio español.
Después de Rocroi se intentó modernizar las terceras, pero la falta de fondos y un sistema administrativo pesado impidieron llevar a cabo reformas profundas. Francia, por el contrario, aprovechó la oportunidad y fue ocupando poco a poco el lugar de principal potencia continental. Aunque el Imperio español perduró aún varias décadas, la batalla de Rocroi fue la grieta que finalmente provocó el naufragio de toda la nave. Quedó para siempre en la historia como símbolo del ocaso de la infantería más temida de su época y el inicio de una nueva era en la historia militar europea.





