
En el corazón del parque natural Sierra de Grazalema, a casi 800 metros de altitud, se esconde una aldea cuyo aspecto parece inmutable a lo largo de los siglos. Su silueta, literalmente incrustada en el paisaje rocoso, y una atmósfera de completa tranquilidad la convierten en un imán para viajeros que buscan el verdadero espíritu de Andalucía, lejos de las rutas turísticas convencionales.
Fundada por los árabes en el siglo VIII, Benaocaz conserva cuidadosamente su pasado. El núcleo del pueblo sigue siendo el barrio Nazarí, un laberinto de estrechas calles empedradas donde las fachadas encaladas transportan a otra época. Este lugar, reconocido oficialmente como Conjunto Histórico, es una sorprendente fusión de legado islámico —visible en su trazado— y de influencias posteriores, reflejadas en las casonas del siglo XVIII. Sobre todo ello se alzan la iglesia de San Pedro Apóstol, antiguas ermitas y las ruinas de la fortaleza de Aznalmara, silenciosos testigos de batallas y épocas pasadas.
Este enclave montañoso también es punto de partida para descubrir los tesoros arqueológicos de la región. Hay huellas de presencia humana desde tiempos prehistóricos, evidenciadas por antiguas cuevas. Más tarde, los romanos trazaron una calzada de piedra que unía importantes ciudades de la antigüedad. Cada rincón guarda una parte de su historia, formando ese carácter único que, como destacan muchos viajeros, fascina y hace que uno siempre quiera regresar, distinguiendo a este lugar entre los demás “pueblos blancos”.
Además de su valioso patrimonio cultural, los alrededores de Benaocaz son un auténtico paraíso para los amantes del senderismo. Desde aquí parten rutas emblemáticas como el sendero hacia la grieta rocosa de Salto del Cabrero o la ascensión a la cima de Navazo Alto. Su ubicación privilegiada permite explorar tanto los bosques relictos de abeto español, especie en peligro de extinción, como extensas dehesas de alcornoques. Los paisajes sorprenden por su diversidad y riqueza. A esto se suma un animado calendario de festividades locales, que refleja la identidad única de los habitantes de la sierra, con sus romerías, ferias y festivales gastronómicos, ofreciendo la oportunidad de descubrir la auténtica vida de la región.
Un paseo hasta la capilla del Calvario recompensa al viajero con impresionantes vistas del pueblo y las cumbres que lo rodean. Tras explorar el barrio Nazarí y sus limpias calles, se puede emprender alguno de los senderos, como el que lleva a Ojo del Moro. Allí, entre montañas como Navazo Alto, Cabrero, La Silla y otras, es fácil avistar representantes de la fauna local: buitres leonados sobrevolando el cielo, así como ovejas, burros y caballos que pastan tranquilamente por las laderas. Otra joya oculta es la cascada de Mitano, que solo aparece tras fuertes lluvias. Después de un día intenso, nada mejor que reservar una mesa en el antiguo refugio de montaña, ahora restaurante “El Parral”, donde la carta de postres sorprende incluso a los paladares más exigentes. Benaocaz es un lugar que deja una huella profunda, mostrando por qué en esta comarca se esconden verdaderos tesoros del sur de España.






