
En Andalucía, el panorama político dio un giro abrupto después de que el líder regional del Partido Popular (PP), Juan Manuel Moreno, quedara en el centro de un sonado escándalo relacionado con fallos en el sistema sanitario. A ocho meses de las elecciones, su posición —que parecía inquebrantable— comenzó a tambalearse por errores de gestión y el creciente descontento de la población.
El reciente congreso regional del partido, que debía ser un triunfo para Moreno, estuvo lejos de tener un ambiente festivo. En vez de confianza en la victoria, predominaban la tensión y la preocupación. El motivo no fue solo una serie de errores administrativos, sino también la falta de información oportuna sobre los problemas en los centros sanitarios. La situación se agravó tras el escándalo de una mamografía falsa, presentada en el Parlamento por la oposición, que se convirtió en símbolo de los fallos sistémicos y desató una oleada de críticas al gobierno.
El mismo día en que el partido reelegía a Moreno como líder y candidato para la presidencia de la autonomía, Andalucía vivió masivas movilizaciones en defensa de la sanidad pública. Organizadas por sindicatos y movimientos sociales, miles de ciudadanos descontentos salieron a las calles. El foco de las protestas fue el hospital Virgen del Rocío de Sevilla, donde los pacientes sufren retrasos en los diagnósticos y falta de especialistas. En siete años en el cargo, Moreno ha cambiado ya cuatro consejeros de Sanidad, pero los problemas solo se han agravado.
La sensación de estabilidad en la que confiaba el líder del PP resultó ser una ilusión. El malestar crece en la sociedad y la oposición reclama explicaciones por los retrasos en la atención sanitaria. Como respuesta, el equipo de Moreno admite errores, pide disculpas y promete medidas urgentes, pero no se han producido nuevos relevos — faltan profesionales y no hay suficientes incentivos para atraerlos.
Consecuencias políticas y nuevos desafíos
La pérdida de confianza en el gobierno se hace cada vez más evidente. A pesar de los intentos por mantener su imagen de político moderado y fiable, Moreno enfrenta una presión creciente tanto de sus adversarios como dentro de su propio partido. La única fuerza política que gana terreno en medio de la crisis es Vox, la formación de extrema derecha. Su apoyo aumenta, reflejando un cambio en el ánimo del electorado y una tendencia creciente hacia la radicalización.
Dentro del PP crece la movilización: ya nadie da la victoria por segura. Los equipos se preparan para una dura batalla electoral, donde cualquier error puede salir caro. Se avecinan meses de trabajo intenso y el resultado de la campaña ahora es más incierto que nunca.






