
Una nueva tormenta se avecina en la política española: el intento de transferir a Cataluña competencias en materia de inmigración ha fracasado. Esta iniciativa, que pretendía satisfacer las demandas de Carles Puigdemont, ha puesto de manifiesto la fragilidad de la coalición que respalda al gobierno de Pedro Sánchez. Durante meses, esta alianza ha dependido de un hilo muy fino, y el fracaso de la propuesta es una señal de alarma para todos los implicados.
La inmigración se ha convertido en uno de los temas más candentes, no solo en España, sino en toda Europa. Mientras que en otros países el debate es abierto, en España la discusión a menudo queda relegada por la cautelosa retórica del gobierno. Sin embargo, los cambios avanzan rápidamente: según estudios, casi la mitad de los niños menores de cinco años en el país tienen orígenes extranjeros. Esto refleja profundas transformaciones en la sociedad y en la política.
Pedro Sánchez ha sabido hasta ahora utilizar hábilmente el tema de la inmigración para dividir a la sociedad en dos campos: por un lado, quienes apuestan por el humanismo y la solidaridad, y por otro, quienes reclaman medidas estrictas y mayor control. Como resultado, el gobierno acusa a la oposición de radicalismo, mientras que la oposición reprocha al ejecutivo populismo e incapacidad para afrontar problemas reales.
Especial malestar ha causado el mecanismo para repartir a los menores migrantes entre las regiones. Este sistema se percibió como una herramienta de presión sobre las autonomías gobernadas por partidos de la oposición. En consecuencia, la tensión entre el gobierno central y las comunidades autónomas ha aumentado, y el descontento social es cada vez más evidente.
Las discrepancias internas en la coalición gobernante sobre inmigración podrían tener graves consecuencias para Sánchez. Su estrategia de presentar al Partido Popular (Partido Popular, PP) como rehén de la extrema derecha podría volverse en su contra. Ya existen ejemplos en Europa donde este enfoque ha impulsado a fuerzas radicales: basta recordar los éxitos de Reform en Reino Unido o Agrupación Nacional en Francia.
Por ahora, el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, mantiene su posición, pero la presión de VOX y otras fuerzas de derecha sigue aumentando. En Cataluña, tradicionalmente un laboratorio político, ya se observa el crecimiento tanto del apoyo a los nacionalistas locales como a VOX. Esto podría anticipar cambios profundos en el panorama político de toda España.
En un contexto donde la sociedad exige medidas más firmes para controlar la migración y el gobierno se aferra a su política actual, el margen para el compromiso se reduce. Si las tendencias actuales continúan, España podría entrar en una nueva fase de inestabilidad política, en la que las alianzas y los roles tradicionales serán cuestionados.





