
En 2025, el turismo gastronómico en España experimenta una auténtica transformación. El interés de los amantes de la buena mesa se desplaza cada vez más de los restaurantes con estrellas Michelin en bulliciosas metrópolis hacia rincones tranquilos y auténticos, donde las tradiciones culinarias se transmiten de generación en generación. Así, en el corazón del país, en la comunidad autónoma de Castilla y León, tuvo lugar un acontecimiento que ilustra claramente esta tendencia. La pequeña pero encantadora localidad de Riaza, situada en la provincia de Segovia, recibió un reconocimiento oficial al convertirse en el primer representante de su región en la prestigiosa red nacional que reúne las joyas gastronómicas de España.
Riaza no es simplemente otro punto en el mapa. Es un lugar impregnado de historia, rodeado de los imponentes y cautivadores paisajes de las estribaciones de la Sierra de Ayllón. Sus calles empedradas, las antiguas casas de piedra y la famosa Plaza Mayor porticada, de singular forma elíptica, transportan al visitante varios siglos atrás. Pero el alma verdadera de este lugar se revela, sobre todo, en la mesa. El pueblo se ha ganado desde hace tiempo una merecida fama gracias a sus “asadores”: restaurantes tradicionales que son auténticos templos de la carne. Aquí, la preparación de los platos es un arte elevado, donde los protagonistas indiscutibles son el tierno lechazo (cordero lechal) y el colosal y jugoso chuletón de ternera a la brasa.
El secreto de ese sabor mágico, que hace que la gente regrese una y otra vez, reside en técnicas perfeccionadas durante siglos. La carne se cocina lentamente en grandes hornos de leña, cuyo calor le aporta un delicado aroma ahumado y la vuelve increíblemente tierna, hasta el punto de deshacerse en la boca. No se trata simplemente de una comida; es todo un ritual, una experiencia cultural que atrae a amantes de la gastronomía de todo el país y del extranjero. Sin embargo, el patrimonio culinario de la Rioja es mucho más amplio y diverso. La cocina local está íntimamente ligada al ritmo de la naturaleza y al modo de vida rural. En otoño, tras las lluvias, los menús de restaurantes y tabernas se enriquecen con aromáticos platos de setas silvestres recolectadas en los pinares y robledales cercanos. En la temporada fría, es el turno de contundentes y reconfortantes manjares elaborados con productos del cerdo según antiguas recetas familiares. Y de postre espera la repostería local: la almendra amarga y dulce de las “amarguillos”, además de las compactas “tortas sobadas” y las “tortas de chicharrones”, crujientes y desmenuzables.
Integrarse en la red nacional de pueblos gastronómicos es mucho más que obtener un diploma honorífico en la pared del ayuntamiento. Este reconocimiento oficial es un sello de calidad que certifica la singularidad de la gastronomía local y, al mismo tiempo, impone al municipio serias obligaciones para su preservación y desarrollo futuro. Para Riasa, esto abre nuevos horizontes: acceso a programas de formación para el personal, participación en proyectos culinarios innovadores y, por supuesto, una potente herramienta para la promoción turística tanto a nivel nacional como internacional. Este reconocimiento se convierte en un catalizador para toda la economía rural de la región, demostrando claramente que la gastronomía auténtica puede y debe ser un factor clave para el desarrollo sostenible, atrayendo inversiones y generando los tan necesarios empleos en el ámbito rural.
De este modo, Riaza consolida su posición como un destino turístico de referencia en Castilla y León. Ahora, los viajeros no solo vendrán aquí para admirar la arquitectura medieval o recorrer senderos de montaña, sino también en busca de experiencias gastronómicas inolvidables. Visitar este pequeño pueblo se convierte en una inmersión total en la cultura local, donde el paisaje, la historia y los sabores se entrelazan en una armonía perfecta, ofreciendo al visitante mucho más que una simple comida o cena. Es una experiencia valiosa que permanece en la memoria y contribuye a reforzar la reputación de España como uno de los principales y más diversos centros gastronómicos del mundo.






