
En Galicia vuelve a hacerse eco de una polémica historia que comenzó a principios de los años 2000. Por aquel entonces, en la costa de la ría de Vigo, en Cangas, se planeaba construir un lujoso complejo residencial y deportivo. El proyecto, llamado Marina Atlántica, estaba vinculado al reconocido arquitecto británico Norman Foster. Sin embargo, tras dos décadas, de aquellos planes ambiciosos solo quedan litigios judiciales y reclamaciones económicas.
En 2004, sobre el terreno de la antigua fábrica de conservas Massó, se proyectaba levantar una zona exclusiva con puerto deportivo, hotel de cinco estrellas, viviendas, locales comerciales e incluso un museo dedicado a la historia de la caza de ballenas en Galicia. Todo este lujo iba a ocupar más de 28.000 metros cuadrados de tierra y casi 90.000 de superficie marítima. La inversión alcanzaba los 151 millones de euros y contaba con el respaldo activo de las autoridades locales y de la entonces caja de ahorros Caixanova.
Sin embargo, detrás de la fachada atractiva se escondían complejos entramados financieros. Los directivos clave de Caixanova, entre ellos su expresidente Julio Fernández Gayoso, organizaron una operación en la que los terrenos para el futuro complejo se compraron a particulares por 53 millones de euros, cuando un año antes valían solo 19,3 millones. La fiscalía calificó después esta diferencia como un beneficio injustificado para los vendedores. Para financiar la compra, se recurrió a préstamos complejos y maniobras societarias que finalmente causaron enormes pérdidas al banco. Posteriormente estas pérdidas fueron asumidas por el Estado y el resto de activos pasó a manos de Abanca.
Un proyecto que nunca llegó a hacerse realidad
A pesar de las declaraciones rimbombantes e incluso de la visita de Foster a Vigo en 2005, la construcción nunca llegó a iniciarse. El arquitecto se limitó a un viaje de reconocimiento, y su implicación se quedó en una estrategia publicitaria. Con el paso del tiempo, la situación económica cambió y el proyecto fue desvaneciéndose gradualmente. Las cuestiones sobre la legalidad y transparencia de las operaciones se debatieron en los tribunales, pero, debido a la prescripción de los plazos, nadie fue responsabilizado.
Hoy, veinte años después, la empresa Residencial Marina Atlántica, controlada por Abanca, ha vuelto a la escena. La promotora reclama al ayuntamiento de Cangas la devolución de 1,7 millones de euros que fueron entregados como adelanto según el acuerdo de 2006. Las autoridades municipales, que han cambiado durante este tiempo, no tienen prisa en satisfacer la reclamación, considerándola infundada. Al mismo tiempo, se estudia una nueva versión del proyecto: esta vez se plantea solo un desarrollo residencial de unas 700 viviendas, sin puerto deportivo ni las ambiciones anteriores.
El legado de la era de las inversiones ‘doradas’
La historia de Marina Atlántica se ha convertido en símbolo de los años turbulentos y contradictorios del boom inmobiliario español. En aquel entonces, grandes bancos, políticos y empresarios impulsaban proyectos de gran escala sin preocuparse demasiado por las consecuencias. El resultado: pérdidas millonarias, procesos judiciales y la desilusión de los vecinos, que nunca vieron las prometidas transformaciones en la costa.
Por ahora, el futuro de este terreno sigue siendo incierto. Abanca busca recuperar su inversión, mientras que las autoridades de Cangas no están dispuestas a asumir antiguas obligaciones. El destino de la antigua fábrica de Massó vuelve a ser tema de debate, aunque ya sin el entusiasmo ni los grandes nombres de antes. La costa gallega sigue esperando cambios, pero esta vez con más cautela y aprendiendo de los errores del pasado.





