
El Senado de España se vio envuelto en un escándalo inesperado: durante una sesión dedicada a temas de salud, uno de los representantes del Partido Popular, Javier Arenas, acaparó la atención. Mientras la ministra de Sanidad, Mónica García, pronunciaba su discurso, las cámaras captaron al senador utilizando un dispositivo electrónico similar a un vapeador. Esta escena no pasó desapercibida: una colega sentada a su lado rápidamente le hizo notar que estaban siendo filmados, por lo que Arenas se apresuró a guardar el aparato.
La situación provocó una fuerte reacción en la sala. La ministra de Sanidad, al abandonar la sesión, no ocultó su indignación. Subrayó que este tipo de comportamiento en el Senado resulta sumamente extraño e inapropiado, especialmente mientras se debaten asuntos tan importantes. A su juicio, esto refleja la actitud de algunos políticos hacia el trabajo parlamentario y los temas que se discuten a tan alto nivel.
Tras finalizar la sesión, Arenas se vio obligado a dar explicaciones a los periodistas. Negó rotundamente haber fumado en la sala, aunque admitió haber sostenido el vapeador en la mano. Según explicó, es más bien una costumbre llevar el dispositivo a los labios, como si fuera un bolígrafo, y no un intento de infringir las normas. Sin embargo, el episodio desencadenó un aluvión de comentarios tanto en los círculos políticos como entre la ciudadanía.
Muchos observadores han señalado que estos incidentes generan dudas sobre la disciplina y el respeto a los procedimientos parlamentarios. Al mismo tiempo, algunos colegas de Arenas intentaron restar importancia al asunto, asegurando que el senador no tenía intención de mostrar falta de respeto. Sin embargo, para muchos, este caso ha servido para reflexionar sobre cómo las nuevas tecnologías y costumbres afectan el comportamiento incluso de políticos experimentados.






