
¿Te resulta familiar la sensación de rechazo hacia la comida por las mañanas? ¿O quizá has notado que tu cabello se cae más de lo habitual y que, pese a todos tus esfuerzos, la grasa abdominal va en aumento? Los despertares nocturnos, tras los cuales es imposible volver a dormir, también forman parte de esta lista. Muchos lo achacan al cansancio o a la edad, pero el dietista-nutricionista español Fran Samorano afirma: nada de esto es casual. Son las primeras señales de alarma que indican que el estrés crónico y el desequilibrio hormonal ya están afectando el organismo desde dentro. Y no se trata de falta de fuerza de voluntad ni de la negativa a «empezar otra dieta».
Para profundizar en el problema, un grupo de especialistas de la clínica Palasiet Wellness Clinic, entre ellos expertos en medicina integrativa, nutrición y psiconeuroinmunología, realizó un análisis conjunto. Su conclusión aporta cierta tranquilidad: la ausencia de hambre justo después de despertar, por sí sola, no es una patología. Al contrario, puede ser un signo de que tu cuerpo está en sintonía con los ritmos circadianos y que tu metabolismo funciona correctamente. Por la mañana, el organismo incrementa la producción de hormonas activadoras, como el cortisol y el glucagón, que nos aportan energía para las primeras horas del día sin necesidad de ingerir alimentos de inmediato.
¿Dónde está el límite entre la norma y el problema? Los expertos sugieren hacerse algunas preguntas clave si, además de la falta de apetito por la mañana, le preocupan otros de los síntomas mencionados. ¿Aparecieron estos cambios tras un período prolongado de tensión nerviosa? ¿Se siente mejor durante las vacaciones o simplemente los fines de semana, cuando puede descansar? Quizá tenga alguna enfermedad crónica que pueda influir en su estado. Y, por supuesto, conviene evaluar honestamente su estilo de vida y comprobar si existe un claro desequilibrio hormonal.
Uno de los primeros consejos prácticos se refiere al horario de las comidas. Los especialistas recomiendan sentarse a la mesa no antes de una hora y media después de la salida del sol. Esto ayuda a no alterar los procesos metabólicos naturales que se activan en el organismo con los primeros rayos de luz. Para recuperar el equilibrio hormonal afectado por el estrés, los médicos aconsejan adoptar algunos hábitos saludables. Procure acostarse y levantarse a la misma hora, asegurándose un descanso nocturno completo de ocho horas. La actividad física regular, incluso una simple caminata, puede hacer maravillas. Preste especial atención al primer alimento del día: debe ser rico en proteínas, fibra y grasas saludables para evitar subidas bruscas de azúcar en sangre. Tampoco descuide las técnicas para gestionar las emociones: ejercicios de respiración, meditación o incluso una ducha de contraste ayudan a activar el nervio vago y calmar el sistema nervioso.
¿Pero qué hacer si el estrés ya ha causado daño? ¿Es posible retroceder el tiempo? Los especialistas de Palassiet ofrecen una respuesta alentadora: sí, si se actúa a tiempo. El estrés crónico deja en nuestro cuerpo una especie de “cicatrices biológicas” a nivel epigenético, por ejemplo, acortando los telómeros, que son las protecciones de nuestros cromosomas. Sin embargo, la buena noticia es que nuestro organismo es increíblemente flexible y resistente. Un estilo de vida saludable, una alimentación adecuada y prácticas de recuperación pueden borrar en gran medida este rastro negativo. La mayoría de las consecuencias del estrés, ya sean insomnio, problemas digestivos, fatiga o caída del cabello, son de carácter funcional. Esto significa que son reversibles en cuanto empezamos a corregir nuestros hábitos y a estabilizar el eje del estrés. Todo depende de la intensidad y duración del factor estresante, pero cuidar nuestro equilibrio hormonal no es una cuestión de estética, sino la base de la salud y de una vida plena.





