
En cualquier relación, ya sea con una pareja, un amigo o un colega, tarde o temprano surgen desacuerdos. La convivencia y las expectativas personales inevitablemente llevan a momentos de tensión, y es entonces cuando nuestro modo de comunicarnos cobra protagonismo. La especialista española en desarrollo personal y gestión emocional, Teresa Herrero, explica por qué algunas conversaciones no conducen a nada, mientras que otras ayudan a restablecer el contacto. Según ella, la clave del éxito está en saber hablar de nuestros propios sentimientos, en vez de lanzar acusaciones.
La experta destaca la diferencia fundamental entre las frases «tú me hiciste daño» y «yo sentí dolor por lo que ocurrió». La primera se dirige al interlocutor y se percibe como un ataque. La segunda habla de la experiencia personal, demuestra vulnerabilidad y despierta empatía, en vez de provocar una reacción defensiva.
Todos hemos estado en situaciones en las que, al intentar expresar nuestro descontento con frases como «nunca me ayudas en casa» o «siempre llegas tarde, no te importo», solo conseguimos que el conflicto se agrave. Según Teresa Herrero, este tipo de reproches llevan a la otra persona a ponerse a la defensiva. Cuando señalamos la culpa del otro, su reacción natural es justificarse, negar o responder con agresividad. Como resultado, la necesidad inicial — ser escuchado y comprendido — se pierde en una discusión en la que ambos acaban perdiendo.
Veamos un ejemplo cotidiano: tu pareja se ha olvidado de responder a tu mensaje. Si le reprochas diciendo que nunca te presta atención y que no eres importante para él o ella, probablemente se cerrará o se enfadará. Sin embargo, la situación puede cambiar radicalmente si reformulas tu queja. Puedes compartir tus sentimientos diciendo que te sentiste ignorado/a cuando no recibiste respuesta. Como señala la coach, este enfoque cambia el terreno del diálogo: dejas de atacar y comienzas a compartir tus emociones. Eso le da a tu interlocutor la oportunidad de ponerse en tu lugar y mostrar empatía.
Un cambio, en apariencia pequeño, en la comunicación no solo ayuda a evitar discusiones innecesarias, sino que también favorece un clima de confianza en el que el diálogo se da con mayor facilidad. Al hablar en primera persona, no solo describimos la situación, sino que además mostramos nuestra vulnerabilidad. Y es precisamente la vulnerabilidad, contrariamente a los estereotipos, la herramienta más poderosa para establecer una conexión emocional profunda.
Para quienes están acostumbrados a culpar al otro en cualquier situación conflictiva, cambiar este patrón de conducta puede parecer complicado. Sin embargo, es un paso necesario para unas relaciones saludables. Teresa Herrero ofrece varias recomendaciones prácticas que pueden aplicarse en el día a día para mejorar las habilidades comunicativas:
En primer lugar, habla siempre en primera persona. Comienza tus frases con «yo sentí…» o «para mí fue…», evitando expresiones como «tú siempre…» o «tú nunca…». De este modo, hablas de tu experiencia y no de los errores del otro. En segundo lugar, describe los hechos en vez de poner etiquetas. En lugar de decir «eres un egoísta», es mejor explicar: «cuando no tomaste en cuenta mi opinión, me sentí apartada». Tercero, elige el momento adecuado para conversar. Discutir problemas «en caliente» solo lleva a que hable la ira y no la razón. Una pausa y hablar en calma pueden transformar una discusión sin sentido en un diálogo constructivo. Cuarto, prepárate para escuchar a la otra parte. Una comunicación efectiva es un diálogo, no un monólogo. Por último, recuerda el objetivo: tu meta no es ganar la discusión, sino lograr comprensión mutua y fortalecer el vínculo.
Este enfoque de comunicación no es solo un conjunto de trucos, sino una forma de transformar radicalmente las relaciones para mejor. Cuando expresamos nuestros sentimientos en vez de reproches, el interlocutor no se siente amenazado y le resulta más fácil mostrar empatía y comprensión. Como destaca la especialista, esto no solo previene conflictos, sino que también crea un espacio seguro donde cada uno puede ser sincero. Al final, el lenguaje que utilizamos puede ser un arma o una herramienta de unión. La buena noticia es que nunca es tarde para aprender a comunicarse bien, ya que, según la coach, no se trata de magia, sino de una habilidad que se puede y se debe entrenar.





