
Lejos del bullicio de las grandes ciudades, en el corazón de la llamada “España verde”, existen lugares donde el tiempo parece detenerse. Galicia, con sus colinas esmeralda, valles envueltos en niebla y antiguos bosques, guarda numerosos secretos para el viajero curioso. Uno de ellos es un sendero que no solo atraviesa paisajes pintorescos, sino que también sumerge al caminante en la esencia misma de esta tierra, llevándolo a sus arterias vitales. No se trata solo de una caminata, sino de una verdadera peregrinación hasta el nacimiento de uno de los ríos más importantes de la península ibérica, un recorrido que despeja la mente y llena de la energía de la naturaleza en estado puro.
El camino comienza en un lugar emblemático para toda la provincia de Lugo: Pedregal de Irimia. Aquí, entre un mar de piedras, brotan tímidos los primeros arroyos que se unirán para formar el caudaloso río Miño. Desde este punto, el sendero, con poco más de 17 kilómetros de longitud, supone un reto calculado para unas cinco horas de marcha ininterrumpida. Se clasifica como de dificultad media o incluso elevada, por lo que requiere cierta preparación, pero cada paso recibe su recompensa. La señalización es intuitiva durante todo el trayecto, con indicadores y flechas que evitan pérdidas y permiten concentrarse solo en el entorno. El sendero serpentea por las laderas de la sierra de Meira, mostrando el fuerte contraste entre sus vertientes norte y sur, así como toda la riqueza de la ecosistema local.
El reto y la recompensa del camino
A mitad de camino, a los viajeros les espera uno de los espectáculos más impresionantes: el salto de A-Meixidoira. Las aguas del arroyo Murias caen desde quince metros de altura, formando una cortina ensordecedora y refrescante de salpicaduras. Para acercarse, hay que ser cuidadoso y descender por una pendiente bastante empinada, pero la vista que se abre lo compensa todo. Es un lugar de fuerza, ideal para hacer una pausa, recuperar el aliento y sentir el increíble poder del agua. Además, el sendero brinda la oportunidad de encontrarse con la fauna salvaje de la zona. Si se avanza en silencio, es posible avistar corzos, y en el cielo a menudo planean ratoneros y otras rapaces en busca de presa. La biodiversidad aquí es sorprendente: en cada recodo se descubren nuevas especies de plantas, musgos y líquenes que cubren antiguas piedras y troncos de árboles.
De la energía del agua a la tranquilidad del bosque
La siguiente etapa del recorrido discurre junto a otra importante arteria fluvial de la región: el río Eo. Aquí, en el lugar llamado A-Traeita, el paisaje cambia. Ante los ojos se presenta una central hidroeléctrica, una construcción sencilla que recuerda cómo el hombre aprendió a aprovechar la fuerza de la naturaleza. Esta estructura crea un interesante contraste con la belleza salvaje que la rodea. La parte final de la ruta es una verdadera inmersión en el reino del bosque gallego. El viajero es recibido por robles, castaños, abedules y pinos que conforman un corredor verde y vibrante. El aire aquí está impregnado de aromas a tierra húmeda, corteza y hojas. Este bosque parece de cuento, especialmente en las primeras horas del día, cuando los rayos del sol atraviesan el espeso follaje y dibujan patrones caprichosos en el suelo. Es aquí donde llega la plena serenidad y una sensación de unidad con el entorno.
Planificación de la aventura: detalles y recomendaciones
Técnicamente, la ruta es lineal, pero su flexibilidad permite adaptarla a diferentes necesidades. Es posible convertirla en un circuito añadiendo unos cuatro kilómetros al recorrido total, o bien dividirla en dos tramos más cortos y sencillos para excursionistas menos experimentados. El sendero es versátil: es apto no solo para caminatas, sino también para recorridos en bicicleta de montaña o incluso a caballo. El desnivel es considerable: desde el punto más alto a 875 metros en la sierra de Meira hasta el más bajo a 175 metros junto al río Eo. Llegar al inicio es sencillo. Desde la localidad de Meira hay que tomar la carretera CP-3003 unos 2,5 kilómetros hasta Pedregal de Irimia, donde hay una zona de descanso y aparcamiento para la comodidad de los visitantes. Este recorrido es una excelente oportunidad para descubrir otra Galicia, auténtica y alejada del turismo convencional.





